Ponte a trabajar

Ponte a trabajar

Publicado el 27 de junio de 2007

Mike Portrait
Presidente y Fundador
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Aunque es vergonzoso para mí aceptarlo, debo admitir que mi primera reacción cuando veo a alguien pidiendo en las calles o en televisión exigiendo que el Gobierno les resuelva un problema es decir: “¡Que se pongan a trabajar!”.

Toda mi vida me han dicho que para salir de la pobreza hay que trabajar. Sin embargo, he aprendido que el asunto es más complejo. En el 2005, más de 1.6 millones de personas en Puerto Rico se encontraban en o bajo la línea de la pobreza que establece el Censo de los Estados Uni- dos. Esto quiere decir que cerca del 43% de la población era pobre. Aunque estas cifras se reseñan a menudo, conocemos muy poco sobre quiénes son los pobres. Más importante aún, se ignoran categorías fundamentales como “trabajadores pobres” que incluyen a personas mayores de 16 años y que trabajan mitad del año o más, pero no reciben suficientes ingresos para salir de la penuria.

El Centro para la Nueva Economía recientemente llevó a cabo un estudio y determinó que la tasa de trabajadores pobres —la proporción entre los trabajadores pobres y todos los trabajadores que estuvieron en la fuerza laboral por 27 semanas o más— en Puerto Rico era de 18.5%. En una sociedad donde se enfatiza que el trabajo es el antídoto contra la dependencia de programas de asistencia pública y la ruta al bienestar económico, se les debe prestar atención especial a aquéllos que trabajan y aún así permanecen en la pobreza, ya que muchos de éstos no reciben subsidios públicos y ocupan posiciones con salarios míseros, pero siguen apostando a que su situación mejorará desde la formalidad.

En términos generales, el trabajador pobre promedio en Puerto Rico es hombre, tiene entre 16 a 24 años de edad, es jefe de hogar soltero, con menos de 12 años de educación, no recibe ayuda del Gobierno y trabaja por lo menos a tiempo parcial en una empresa no incorporada. Además, entre otras cosas, encontramos que 134,222 trabajadores a tiempo completo (14% del total) vivían en la pobreza; casi 21% de los trabajadores municipales en Puerto Rico eran pobres y cerca del 30% de las madres jefes de familia que trabajaban vivían bajo el nivel de la pobreza.

Este perfil de los trabajadores pobres presenta un gran reto moral para Puerto Rico. En términos sencillos, el reto es lograr que nadie que trabaje a tiempo completo en Puerto Rico viva en la pobreza. Para lograr este objetivo de política pública, sin embargo, es importante reconocer que la pobreza es mucho más que la falta de ingresos. La pobreza es una constelación de dificultades que se magnifican unas a otras: la falta de educación y destrezas, el endeudamiento masivo, ahorros insuficientes y la falta de acceso a cuidado médico preventivo. Por lo tanto, las propuestas de política pública deben atender tanto la falta de ingresos como la gama de problemas sociales que esta condición conlleva.

Tomando esto en consideración, el CNE recomienda siete propuestas de política pública para mejorar la calidad de vida de los pobres que trabajan en Puerto Rico: expandir el crédito por ingreso devengado; aumentar el nivel de ingresos por debajo del cual no hay obligación tributaria; establecer reembolsos del impuesto sobre ventas y uso; proveer incentivos para que los patronos paguen salarios más altos del mínimo; incentivar las cuentas de ahorro y desarrollo individual; proveer ayuda financiera a los estudiantes no tradicionales y establecer subsidios para centros de cuido diurno de calidad. Estas iniciativas de política pública proveerán una red de apoyo vital para los trabajadores pobres de Puerto Rico.

La situación de los trabajadores pobres en Puerto Rico es moralmente inaceptable. El enfoque tradicional de los programas antipobreza, orientado a subsidiar ingresos, está muy lejos de ser suficiente para resolver este problema. Hace falta además una serie de medidas adicionales, como las descritas anteriormente, para atender todas las dimensiones de la pobreza en Puerto Rico. Y para eso nos tenemos que poner todos a trabajar.

Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 27 de junio de 2007.