(Des)población

(Des)población

Publicado el 9 de septiembre de 2012

Sergio portrait
Director de Política Pública
COMPARTA

Recientemente la prensa reportó que el Censo de 2010 probablemente sobrestimó la cantidad de habitantes en Puerto Rico por unas 200,000 personas. Parece que somos 3.5 millones los que vivimos en esta isla y no los 3.7 millones estimados inicialmente, esto en comparación con los 3.8 millones que vivían aquí en el 2000.

El cambio poblacional es el producto de la interacción de dos variables: (1) el aumento (o reducción) “natural” producto de los nacimientos y las defunciones, y (2) el aumento (o reducción) producto de la migración.  Durante la primera mitad del siglo 20, la población de Puerto Rico aumentó rápidamente debido a que los puertorriqueños mantuvieron una alta tasa de fertilidad—en 1932, por ejemplo, el promedio de hijos por mujer era 6.4—a la misma vez que la tasa de mortalidad se reducía drásticamente debido a la implantación de varios programas de salud pública.  Ese aumento hubiera sido mayor de no ser por la emigración de cientos de miles de puertorriqueños, fenómeno que llega a su pico en la década de 1950 cuando 20 de cada 1,000 habitantes emigró de isla.

No obstante, ya para el último tercio del siglo 20 se comienza a notar una marcada reducción en la tasa de fertilidad de Puerto Rico.  A partir de 1970 la tasa de fertilidad baja de 3.4 hijos por mujer, a 2.3 en 1990, y llega a 1.7 en el 2006.  Esa reducción es producto de la interacción de una compleja gama de factores tales como: el desarrollo económico, aumentos en los niveles de ingreso, el aumento en la tasa de escolaridad de las mujeres, cambios en los estilos de vida, la inseguridad en el mercado laboral, y la falta de políticas públicas que ayuden a las familias a balancear los requisitos del trabajo con los del hogar.

El punto importante desde una perspectiva de política pública es que una tasa de 2.1 hijos por mujer asegura el reemplazo de la población, mientras una tasa menor de 2.1 implica que, todo lo demás siendo igual, la población se va a reducir poco a poco a través del tiempo.  Pero como suele suceder en la vida, todo lo demás nunca se queda igual.  A esa reducción en la tasa fertilidad a niveles por debajo de la tasa de reemplazo, le tenemos que añadir que durante la década del 2000 al 2010 unos 8 de cada 1,000 habitantes decidieron emigrar, un nivel que no se veía en Puerto Rico desde la década de 1960, cuando la tasa neta de emigración fue de 8.5 por cada 1,000 habitantes.  Este “mini-pico” en la tasa de emigración tuvo el efecto de acelerar la reducción poblacional inducida por la reducción en la tasa de fertilidad.

Contrario a lo que comúnmente se cree, una reducción en el nivel absoluto de la población no es buena para la economía ni para la sociedad en general.  Por un lado, menos gente viviendo en Puerto Rico significa que hay menos gente trabajando, ahorrando, invirtiendo, y consumiendo.  Por otro lado, la reducción de la fertilidad ha acelerado el envejecimiento de la población de Puerto Rico.  Del 2000 al 2010 la población entre 0 y 19 años registró una reducción de 16.6%, mientras que la población mayor de 65 aumentó un 28%.  El incremento en la población de mayor edad sumado a la reducción poblacional implica que hay menos personas trabajando para sostener a un numero mayor de personas económicamente inactivas.

En resumen, en Puerto Rico estamos teniendo menos hijos; una porción mayor de los que nacen deciden irse de la isla; y una fracción cada día mayor de los que se quedan están llegando a la edad de retirarse.

Pongamos este fenómeno en perspectiva considerando el siguiente ejemplo: actualmente hay 907,200 personas trabajando en Puerto Rico con un salario promedio de $27,190. Sobre ellos recae el peso de saldar los $98,460 millones que actualmente le debemos conjuntamente a los bonistas y a los pensionados del gobierno. Eso es equivalente a una deuda promedio de $108,531 por trabajador, cuatro veces el salario promedio, y no estamos tomando en consideración el repago de deudas privadas como hipotecas, préstamos de auto, y tarjetas de crédito, entre otras.

El problema claramente se agudiza si la población está envejeciendo y decreciendo. ¿Qué sucedería si el numero total de personas empleadas se reduce a 800,000 o 750,000? La aritmética es sencilla, si la población se está reduciendo, pero las deudas se quedan al mismo nivel, o como es mas probable, siguen creciendo, entonces la carga de las obligaciones contraídas pesará cada día más sobre cada persona económicamente activa.

Sería un error pensar que las tendencias demográficas se pueden revertir con llamados simplistas a “reproducirse”.  Aumentar la tasa de fertilidad requiere la expansión sustancial de una compleja y costosa red de apoyo a la familias. Los países mas civilizados en este renglón proveen licencias por maternidad con paga por un año o más; ofrecen subsidios para centros de cuido de alta calidad; y permiten horarios flexibles para los padres y madres que trabajan, entre otras ayudas.  Dudo que el Gobierno tenga los recursos, y el sector privado la voluntad, para implantarlas en Puerto Rico.

Más allá de los factores económicos y sociológicos, en última instancia, estamos hablando de una cuestión existencial. De acuerdo con los Jesuitas somos “seres sin una razón razonable de ser” y creo que de alguna manera los puertorriqueños, tal vez inconscientemente, hemos decidido que no vale la pena reproducir una sociedad enferma y en decadencia. Para atajar esa tendencia hay que convertir a Puerto Rico en un lugar donde valga la pena vivir y para lograr eso hay que repensar el país en su totalidad.  De lo contrario, estaremos enfrentando un futuro caracterizado por un prolongado estancamiento económico, una intensa polarización política y social y una mayor descomposición social.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El Nuevo Día el 2 de septiembre de 2012.