Pasando hambre en el siglo 21

Pasando hambre en el siglo 21

Publicado el 6 de septiembre de 2013

Sergio portrait
Director de Política Pública
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Ayer el New York Times publicó un articulo titulado On the Edge of Poverty, at the Center of a Debate on Food Stamps.  La reseña, de la autoría de Sheryl Gay Stolberg, describe sin ambages la lucha encarnizada de un sector del partido Republicano para reducir los fondos dedicados al programa suplementario de asistencia nutricional del gobierno federal (el “Supplemental Nutrition Assistance Program”), conocido comúnmente como los “cupones de alimentos”.

Por primera vez en décadas, el proyecto de ley para los subsidios a los agricultores (el “Farm Bill”) aprobado hace unos meses omitió la reautorización del programa de asistencia nutricional.  Esa omisión se debe, principalmente, a la oposición del partido Republicano que busca recortar unos $40,000 millones del programa durante los próximos 10 años, esto además de una reducción ya programada para noviembre de este año, cuando expira un aumento temporero que fue autorizado en el 2009 como parte del programa de estímulo económico.

La oposición Republicana prevalece, aún cuando el Departamento de Agricultura federal recientemente ha publicado un informe que concluye que, durante el 2012, cerca de 49 millones de personas en Estados Unidos vivían en hogares que enfrentaban “inseguridad alimentaria”, definida como la “falta de acceso consiste a través del año a comida adecuada”.  Dicho de otra manera, muchas personas pasaron hambre en Estados Unidos en el 2012.

Mas allá de las estadísticas y el análisis tecnocrático, el reportaje de Stolberg presenta la tétrica situación que viven día a día algunos de los beneficiarios de este programa. Por ejemplo, se nos presenta a Tarnisha Adams, quien tuvo que abandonar su trabajo para recibir tratamiento para cáncer. Ella y sus tres hijos reciben $352 mensuales para comprar comida. Eso significa que muchas veces solo tienen para una comida al día y otras veces simplemente no comen. Esto en Estados Unidos en pleno siglo 21.

Por otro lado, se nos presenta al congresista Stephen Fincher de Dyersburg, Tennessee, electo en el 2010 con la ola del “Tea Party” y quien recibió subsidios agrícolas de $3.5 millones pero se opone al programa de asistencia nutricional.  De acuerdo con Fincher “the role of citizens, of Christianity, of Humanity, is to take care of each other, not for Washington to steal from those in the country and give to others in the country”.

Mas aún, durante el debate sobre la reautorización del programa de asistencia nutricional, este modelo ejemplar del cristianismo en practica argumentó —citando la Biblia— que “the one who is unwilling to work shall not eat”.  Aparentemente, según la interpretación de Fincher, el cristianismo no tiene problemas con subsidiar a los agricultores pero sí con ofrecerle ayuda a una mujer que sufre de cáncer para que pueda comer.

¿Cómo se explica esto?  En mi opinión, creo que estamos viendo, por un lado, un ataque frontal al contrato social prevaleciente en Estados Unidos, establecido originalmente con el Nuevo Trato de Franklin D. Roosevelt, y ampliado significativamente por los programas del “Great Society” de Lyndon B. Johnson.

La esencia de ese contrato social consiste en establecer un balance entre las fuerzas del capital y las fuerzas del trabajo, con el gobierno federal en el medio como arbitro. El problema es que, desde 1980 hacia acá, las escalas se han inclinado decididamente a favor del capital: la desigualdad económica se ha disparado a niveles de 1929; el ingreso medio se ha reducido en términos reales; las filas de los desempleados a largo plazo han incrementado peligrosamente, y la porción del ingreso correspondiente al capital ha aumentado significativamente a expensas de la compensación de los trabajadores.  En cierta manera, entonces, la batalla que estamos viendo con respecto a la asistencia nutricional es una contienda más de esa guerra larga que lleva treinta años.

La gran ironía de todo esto es que el partido tradicionalmente “conservador” busca derogar en su totalidad el contrato social prevaleciente en Estados Unidos desde la década de 1930; mientras que el partido tradicionalmente “liberal” busca mantener el orden establecido pero sin ofrecer una alternativa viable para el siglo 21.

Por otro lado, sin embargo, creo que también estamos observando un fenómeno que el profesor John A. Powell ha caracterizado como “una lucha ontológica” sobre quién es y quién tiene derecho a categorizarse como “americano”.  Desde esta perspectiva, todos estos ataques a los programas de seguridad social constituyen un  esfuerzo por “mantener en su lugar” a los grupos tradicionalmente marginados: a los afro-americanos, a los latinos y a los pobres, entre otros.

Cuando el representante Fincher se opone a la continuación del programa de asistencia nutricional, lo que está haciendo realmente es limitando las oportunidades de esos grupos para avanzar socialmente y preservando unas estructuras sociales racializadas que marginalizan a todos los grupos minoritarios, a los “otros”, definidos como todos aquellos que no son blancos, protestantes y de clase media.

El teólogo Reinhold Niebuhr (1892-1971) pensaba que estas batallas eran inevitables ya que “the conflict between those who would plan justice and order and those who trust in freedom to establish both is an irresolvable one.  Every healthy society will live in the tension of that controversy until the end of history; and will prove its health by preventing either side from gaining complete victory”.

La clave para mantener ese balance tenso consiste, según Niebuhr, en “com[ing] to terms with the limits of all human striving, the fragmentariness of all human wisdom, the precariousness of all historic configurations of power, and the mixture of good and evil in all human virtue”. Dicho de otra manera, en aceptar que ninguna facción política tiene un monopolio sobre la verdad y que todo el conocimiento humano es falible.

Las palabras de Niebuhr, escritas en clave profética, me parece son relevantes para entender muchos de los debates públicos llevándose a cabo hoy en Estados Unidos, especialmente este sobre la asistencia nutricional.  Tal vez le vendría bien a Stephen Fincher y a otros congresistas escucharlas.