Publicado el 5 de diciembre de 2024 / Read in Eglish
En esta edición
Cuando consideramos el sinnúmero de retos a los que se enfrenta la economía de Puerto Rico, sobresale una pregunta clave: ¿cómo crecemos la economía? Esa interrogante es fundamental para nosotros en CNE.
La clave para el éxito es lograr que todos los sectores de la sociedad se alineen en torno a una estrategia de crecimiento.
Recientemente ha aumentado el interés para fortalecer la producción nacional de la cadena de suministro, de parte del sector público y privado. En gran parte eso se debe a que la pandemia expuso las vulnerabilidades de la interdependencia económica mundial. Todos recordamos la escasez de artículos domésticos esenciales y los malabares que enfrentamos para conseguirlos. Desde entonces, el respaldo para recuperar (o relocalizar) industrias críticas ha cobrado fuerza a lo largo del espectro político. Incluso en un Congreso profundamente dividido, los congresistas se lograron unir para aprobar legislación que invierte directamente en la investigación y el desarrollo e incentiva la deslocalización (“reshoring”) de la producción manufacturera a Estados Unidos y sus territorios.
Para Puerto Rico, estas tendencias crean una oportunidad única. Los fondos federales han impulsado cierta actividad económica por el momento, pero lograr un crecimiento a largo plazo requiere un modelo autosostenido. Puerto Rico tiene muchos recursos: un talento local excepcional, un espíritu emprendedor y un compromiso con la excelencia. Ahora es el momento de aprovechar estas fortalezas.
Este análisis explora cómo una nueva política industrial podría crear empleos bien remunerados, reducir la dependencia de los fondos federales y, promover una economía próspera.
Una nueva economía es posible.
Análisis de CNE
Por Sergio M. Marxuach, director de Política Pública
En el contexto global actual es que Puerto Rico enfrenta la próxima etapa de su desarrollo económico. Tras más de 15 años de estancamiento económico, una crisis fiscal y de deuda, la quiebra de su gobierno, los daños causados por los huracanes Irma y María en 2017 y una serie de terremotos que comenzaron en diciembre de 2019, y el dolor infligido por la pandemia del COVID-19, Puerto Rico tiene una oportunidad única en una generación para dar un giro a su economía.
En primer lugar, el proceso de reestructuración de la deuda ha terminado. El Plan de Ajuste certificado proporcionó un alivio significativo de la deuda para la isla al recortar la deuda del Estado Libre Asociado en aproximadamente un 50%. Aún está por verse si la cantidad de quita es suficiente. Lo que está claro es que la viabilidad a medio y largo plazo del Plan depende de que se reactive el crecimiento económico en Puerto Rico.
En segundo lugar, la Administración Biden se ha mostrado dispuesta a desembolsar el dinero (más de $20,000 millones) consignado por el Congreso hace varios años para financiar los esfuerzos de reconstrucción tras los huracanes, lo que permitirá a Puerto Rico renovar significativamente gran parte de su infraestructura física para adaptarla a los estándares del siglo XXI en un plazo relativamente corto (o eso esperamos).
Por último, el giro intelectual y político hacia un estado más activista ofrece a Puerto Rico el espacio político necesario para desarrollar y aplicar soluciones creativas a sus problemas económicos. El ambiente es favorable para el desarrollo y la aplicación de una política industrial cuidadosamente diseñada para Puerto Rico. Aunque varios actores clave han iniciado esfuerzos para estimular el crecimiento en sectores individuales, nadie está analizando el rompecabezas completo. Aquí haríamos bien en seguir el consejo de Michael Spence cuando dijo “no debemos caer en el error de igualar algo útil, como el desarrollo del sector financiero o cualquier otra cosa, con una condición suficiente para el crecimiento”. Sin un enfoque integrado, corremos el riesgo de perder oportunidades clave de coordinación entre sectores, junto con las sinergias duraderas que acompañan a estos esfuerzos.
Del mismo modo, no debemos cometer el error de confundir un conjunto de reformas estructurales bastante dispares y quizás marginalmente efectivas con una estrategia económica. Sencillamente, las reformas estructurales plasmadas en el Plan Fiscal no garantizan que generen el crecimiento económico que Puerto Rico requiere, tanto para aumentar la calidad de vida de su población como para pagar su deuda reestructurada, a menos que se inserten o enmarquen dentro de una estrategia o visión económica más amplia.
Lo que Puerto Rico necesita, por lo tanto, es una política industrial.
Nuevas ideas sobre política industrial
En la última década, varios estudiosos han cuestionado el paradigma tradicional de la política industrial, que se limita a actividades relacionadas principalmente con la corrección de fallas del mercado y problemas de coordinación (haz clic para leer sobre los orígenes de la política industrial).
Los objetivos de una política industrial moderna no se limitan a promover la transición de una economía agrícola tradicional a una economía industrial moderna basada en la manufactura, sino que busca identificar sectores económicos, por ejemplo, la agricultura de alta tecnología, los servicios avanzados o especializados, o la manufactura sofisticada, en los que un país tiene la oportunidad de crear mayor valor agregado y así generar crecimiento económico, así como nuevos y mejores empleos.
En este sentido, la política industrial moderna puede describirse como un proceso de descubrimiento y aprendizaje continuo que requiere una estrecha colaboración y coordinación entre el sector público, el sector privado, el mundo académico, los sindicatos y otras organizaciones no gubernamentales, con el fin de generar una transformación económica estructural a mediano y largo plazo.
Haz clic para leer más sobre la política industrial moderna.
Componentes estratégicos
Según el profesor Robert Devlin, las políticas industriales eficaces tienen al menos tres elementos en común:
- Determinan la orientación estratégica de la política industrial a mediano y largo plazo
- Colaboran con el sector privado
- Ejecutan la política industrial consistentemente a través del tiempo
Además de estos elementos, la implementación de una política industrial exitosa en el siglo XXI requiere que se repartan de manera equitativa tanto los riesgos como las recompensas entre el estado y el sector privado.
Es necesario pensar en la política industrial como un proceso interactivo de cooperación estratégica entre el sector privado y el gobierno que, por un lado, sirve para obtener información sobre las oportunidades y limitaciones empresariales y, por otro, genera iniciativas políticas en respuesta. El reto consiste en encontrar un término medio para los burócratas gubernamentales entre la autonomía plena y la integración plena en el sector privado. Si se da demasiada autonomía a los burócratas, se minimiza la corrupción, pero no se proporciona lo que el sector privado realmente necesita. Pero si los burócratas se integran demasiado en el sector privado, pueden acabar en el bolsillo de los intereses empresariales y los cazadores de rentas.
Haz clic para leer más sobre estos componentes.
Razones para el fracaso
La política industrial puede fracasar por múltiples razones. Por ejemplo, en algunos países puede sobrestimarse la capacidad del estado o del sector privado para aplicar una política industrial en particular. En otros países, la causa del fracaso radica en la extrema politización del proceso y en la negación de espacios de participación en el desarrollo de la estrategia a la oposición política o a representantes de otros sectores importantes. Por último, el fracaso puede deberse a la falta de un sistema independiente de evaluación y medición de los resultados.
¿Cómo se desarrollan? Haz clic para conocer cómo.
Objeciones tradicionales en Puerto Rico
Cuando se habla de política industrial en Puerto Rico, surgen inmediatamente dos objeciones:
- La primera es que Puerto Rico no tiene el poder político ni los recursos económicos para llevar a cabo una política industrial.
- La segunda es que el concepto de política industrial es ajeno a la economía política de Estados Unidos.
¿Por qué son falsas ambas objeciones? Haz clic para conocer por qué.