¿Recesión, Depresión, o Colapso?
Publicado el 21 de julio de 2010
Director de Política Pública
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El Economist Intelligence Unit (EIU) en su más reciente análisis sobre la economía de Puerto Rico proyecta que la “recesión” que nos viene afectando desde el año fiscal 2007 durará por lo menos un año más. De acuerdo con el EIU, la economía de Puerto Rico se contrajo por un 5.8% durante el año fiscal 2009/10 y proyecta una reducción adicional de 3.1% durante el año fiscal 2010/11.
De ser correcto el análisis del EIU, el producto nacional bruto de Puerto Rico, a precios constantes, se habría reducido por un agregado de 12.9% entre el 2006 y el 2010. Si a eso le añadimos que durante el mismo periodo se han perdido mas de 170,000 empleos, equivalente al 12.2% del grupo trabajador en junio de 2006, y que la inversión interna bruta de capital fijo se ha reducido en un 16% (a precios corrientes) tenemos que cuestionarnos si lo que esta pasando en Puerto Rico es una simple recesión.
En nuestra opinión reducciones de esta magnitud en la producción, empleo, e inversión no son consistentes con un fenómeno meramente coyuntural. Lo que esta sucediendo nos parece mas grave y profundo.
Podríamos argumentar que estamos pasando por una depresión económica y ese argumento se podría evidenciar usando las cifras que he mencionado anteriormente. Sin embargo, las depresiones económicas también son, al fin y al cabo, fenómenos coyunturales, de mayor duración y magnitud, pero en el fondo cíclicos.
La economía de Puerto Rico, me temo, ha sufrido un colapso estructural. Cuando nuestro modelo económico colapsó por primera vez en 1974, nuestro gobierno, en vez de repensarlo y rediseñarlo, simplemente decidió ponerlo en respiración artificial: obteniendo una nueva exención contributiva federal (la Sección 936); aumentando el empleo gubernamental; suplicando aumentos en las transferencias federales (cupones de alimentos); y aumentando el endeudamiento público.
A finales de la primera década el siglo 21 es evidente que nuestro modelo económico ha colapsado completamente. La Sección 936 ha sido eliminada por el Congreso; el empleo gubernamental ha llegado a su limite; las transferencias federales dependen de la dinámica económica y política en Washington DC—y por lo tanto no pueden ser la base para el desarrollo futuro—y el endeudamiento publico ha aumentado a niveles históricamente altos y es poco probable que sea una fuente significativa de financiamiento para el desarrollo a largo plazo.
Sin embargo no queremos aceptar esa realidad, lo que nos impide desarrollar un modelo sustituto. Nos encontramos en un punto crítico de inflexión en nuestra historia: el viejo orden está debilitado terminalmente; las instituciones sociales, económicas, y políticas están podridas y derrumbándose. Estamos viviendo en un sitio donde, como escribiera Bárbara Tuchman al describir el ambiente en Viena a finales del imperio Austro-Húngaro, “algo visiblemente está llegando a su final; y todo el mundo lo sabe, pero nadie habla de ello.”