Soluciones

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Publicado el 27 de mayo de 2011

Directora Ejecutiva Asociada
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Todo el mundo quiere reducir o acabar con la dependencia. Recientemente se ha publicado mucho sobre cómo la estructura de los programas de asistencia pública desalienta el empleo formal y cómo, por décadas, ha aumentado el mantengo y se ha perpetuado la pobreza. Más alarmante aún, es la falta de progreso económico de las familias que sí trabajan. En el 2008, más de la mitad de las planillas radicadas reportaron ingresos menores de $20,000.00. Es evidente que hay que remediar con urgencia esta situación, no sólo para el bienestar de las familias trabajadoras sino también para aumentar la riqueza del país y lograr tener una población que aporte al fisco en vez de drenar sus recursos.

Afortunadamente existen medidas para comenzar a remediar esto. El programa que más puede ayudar a este grupo de familias trabajadoras de bajos ingresos es el crédito por ingreso devengado (“CID”). El CID fue implementado por primera vez en Puerto Rico en el 2006 y la cantidad del crédito fue aumentada con la Reforma Contributiva de 2010. Este crédito se le otorga a las personas pobres que trabajan en la economía formal y reportan ingresos. La cantidad inicial del crédito va aumentando mientras suben los ingresos del trabajador. De esta manera, no se penaliza a los individuos por trabajar más, sino que el crédito se va reduciendo gradualmente, hasta que los ingresos del individuo alcanzan un nivel que le permitan superar el margen de la subsistencia.

Un CID bien estructurado tiene la capacidad de incentivar a que las personas que no trabajen lo hagan, y los que ya laboran quieran trabajar más. Este crédito podría aumentar la tasa de participación de las familias puertorriqueñas de bajos ingresos ya que funciona como un subsidio salarial y disminuye la tasa impositiva efectiva. A la misma vez, reduciría la evasión contributiva ya que incentiva a las familias que no rinden planilla a que comiencen a hacerlo para obtener el beneficio.

Este programa es favorecido por gobiernos de todas las ideologías. A algunos les gusta porque pone a las personas a trabajar, mientras otros entienden que es una manera efectiva de proveer para el bienestar social. Los méritos del programa han sido su mejor promoción. En los Estados Unidos, el CID es la medida gubernamental responsable por sacar de la pobreza a más niños y mujeres que ningún otro programa de asistencia social.

A pesar de que Puerto Rico tiene este programa, sus beneficios no se han materializado, principalmente porque ofrece un crédito muy bajo que no logra los efectos antes mencionados. Durante el primer año de su efectividad, el CID fue solamente de $150. La Reforma Contributiva de 2010 lo irá aumentando progresivamente, hasta un crédito máximo de $600 en el 2016. En el 2008, el crédito promedio fue de $200.27. El estudio realizado por CNE en 2003, propuso que el CID máximo debía ser de $1,500 para que sea un incentivo efectivo para las familias de bajos ingresos. También propusimos un tope menor al actual y que los ingresos sean determinados por familia y no por individuo, ya que los costos de este programa son altos para el erario público y es imprescindible maximizar los recursos disponibles.

El estudio de CNE estimó los costos del CID entre $163 y $186 millones anuales. Hoy posiblemente sean mayores. Estamos hablando de una cantidad considerable de recursos, especialmente en estos difíciles años de recesión. Sin embargo, los costos, en términos económicos, de la baja tasa de participación y desempleo en Puerto Rico son inmensos. Y ni hablar de los costos sociales que acarrean estos problemas.

Para allegar recursos para el CID y otros programas que reduzcan la dependencia, hay que buscar más flexibilidad en la estructura de los programas de bienestar social, de manera que estos fomenten el ahorro y el trabajo. Por ejemplo, tenemos que exigir que se permita reestructurar el Programa de Asistencia Nutricional (“PAN”) para que se convierta en un vehículo para salir de la pobreza y no uno para mantenerse en ella.

La posibilidad de éxito de este programa en Puerto Rico puede ser grande si logramos mejorarlo cuanto antes. Implementar a medias un excelente programa como este, es destinarlo al fracaso y con este fracaso se perpetúa la pobreza entre los trabajadores menos remunerados, con menos opciones y con más necesidades. El CID como cualquier otro programa, no es perfecto y tiene algunos efectos no deseados que hay que atender sobre la marcha. Sin embargo, es la herramienta más útil a nuestro alcance para combatir la pobreza, reducir la dependencia y recompensar a aquellos que trabajan y que a pesar de sus esfuerzos, siguen marginados en el Puerto Rico de hoy.

Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 27 de mayo de 2011.