Lo que nos toca

Lo que nos toca

Publicado el 8 de septiembre de 2011

Dianimer Nevares Parras
Directora Asociada de Desarrollo
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Recientemente escuché un discurso un tanto irreverente, pero muy honesto, sobre frustraciones con el pobre desempeño de todos los sectores de Puerto Rico y en todos los entornos sociales y profesionales. Me sorprendió con la sinceridad y coraje que este orador reveló su escepticismo y pesimismo con Puerto Rico y su porvenir.

Expuso lo que muchos pensamos y sentimos, y no nos atrevemos a vocalizar. Aunque el propósito de esta persona no era dar un discurso motivacional, mucho menos optimista, yo pude encontrar dentro de la profundidad de su desaliento cierta esperanza. Y esta ínfima luz de esperanza me obligó reflexionar sobre el desasosiego de mi generación.

Mi generación, los que estamos en los veintipico, se queja de las malas decisiones e ineficiencias políticas que nos han llevado a este derrotero de crisis económica y social. Más que nada frustrados con las ideologías politizadas y polarizadas que permean el discurso cotidiano, y decepcionados con el desempeño y orientación del gobierno y del sector privado. Se quejan por la falta, no tan sólo de riqueza económica, si no, más aún, por la falta de riqueza cultural, social, y filantrópica. Sin embargo, yo veo una oportunidad para tornar esa ansiedad en impacto. Las organizaciones sin fines de lucro u organizaciones no gubernamentales (ONG) proveen un espacio de esperanza donde podemos apoyar a quienes trabajan para aminorar la polarización y unen esfuerzos para crear una mejor calidad de vida. Este sector no está únicamente adscrito a fines caritativos, pues estas organizaciones son las mayores propulsoras a gran escala de desarrollo educativo, económico, ambiental, social, y cultural.

En Puerto Rico existen sobre 6,000 organizaciones sin fines de lucro, las cuales componen lo que muchos conocemos como el ‘tercer sector’. Éstas incluyen desde albergues para indigentes a escuelas de bellas artes; y desde organizaciones de apoyo a pacientes con enfermedades terminales, a grupos dedicados a proteger nuestros recursos naturales. Pero este sector está lejos de ser el tercero en orden de importancia, y es menospreciado por la gran mayoría de los ciudadanos. A veces parece que somos pocos quienes tenemos el interés y el compromiso de fortalecerlo. Muchos confunden este sector con uno subdesarrollado, sin fuerza económica, y tienen la percepción errónea de falta de recursos humanos capacitados para establecer un cambio social. Lo que pocos imaginan es que este sector, tan esencial como el público y el privado, es el mayor promotor de participación y conciencia ciudadana. Las ONG enriquecen nuestra sociedad y contribuyen a minimizar nuestros problemas, con carácter de urgencia.

Las ONG juegan un papel muy importante en nuestra sociedad, pues habitan un espacio distinto en donde la prioridad es la necesidad del individuo y el bienestar social; no responden a imperativos políticos ni al capitalismo de ganancias. Organizaciones como El Fideicomiso de Conservación, El Instituto Nueva Escuela, y Beta-Local, son todas ejemplos de organizaciones no gubernamentales que permiten el desarrollo saludable de espacios naturales, educativos, y culturales que son esenciales para la construcción de una sociedad próspera.

Sin embargo, para que estos grupos tengan un impacto a largo plazo se necesita continuidad y estabilidad financiera. Para desarrollar y fortalecer este sector se necesita promover la filantropía. Gracias a una propuesta del Centro para la Nueva Economía, impulsada por un estudio en conjunto con el Urban Institute de Washington D.C., se aprobó una ley que provee mayores exenciones contributivas a las donaciones benéficas y fue incluida en la Reforma Contributiva del 2011. Esto significa que, por primera vez en la historia de Puerto Rico, los individuos podrán deducir el 100% de sus donativos a organizaciones sin fines de lucro, hasta un 50% del ingreso bruto ajustado del contribuyente. Esta ley es importante porque abre el camino para una posible inyección económica que transformará a muchas de estas organizaciones en instituciones firmes y transparentes. Y a su vez, estos incentivos requerirán unas medidas de rigor administrativo y sana administración.

Pero lo más importante es que esta ley, más allá de incentivar e incrementar las donaciones privadas, promueva un sentimiento de compromiso social y de filantropía. No queremos que este incentivo se confunda con el “dar para recibir algo a cambio”. Tenemos que crear conciencia que la filantropía va más allá de un gesto caritativo – que es invertir en cambios sociales con el fin de mejorar la calidad de vida de todos.

Mi generación comparte deseos de una sociedad próspera y saludable. Tenemos que ayudar a construir una cultura de filantropía en la cual estemos dispuestos a hacer una inversión con impactos determinados en el sector sin fines de lucro. No es responsabilidad únicamente del sector público, del sector privado, o del tercer sector – es responsabilidad de todos ser parte del desarrollo integral de una sociedad. Esta es mi esperanza y nuestra responsabilidad social.

Esta columna se publicó originalmente en El Vocero el 8 de septiembre de 2011.