Mega

Mega

Publicado el 27 de junio de 2012

Mike Portrait
Presidente y Fundador
COMPARTA

Ahora en las mega-farmacias te hacen las uñas.  Digo, si lo pides.  Y venden frozen-yogurt.

El cambio no hay duda resulta atractivo, especialmente para las mujeres trabajadoras (y digo mujeres porque su tasa de participación laboral es más alta que la de los hombres en Puerto Rico) que hoy día tienen que maniobrar entre el trabajo, o varios trabajos, el cuido de los niños, la atención a los padres, y las tareas del hogar.  Para la mayoría, esta nueva gama de opciones seguramente les gusta: la oportunidad de suplir varias necesidades en un sólo viaje, lugar y a cualquier hora.

Pero me pregunto si muchos de nosotros nos percatamos del lado oscuro de esta conveniencia personal. ¿Qué efecto tiene la estación de manicura de la farmacia de cadena extranjera sobre el pequeño salón de belleza que hace el mismo trabajo desde un pequeño local? ¿O el horario extendido de la mega-tienda para el colmado o la tienda de ropa local?

Primero que nada, lo más probable es que las economías de escala de la mega-tienda le permitirán cobrar menos por un producto.  Incluso, en algunos casos se ha corroborado que algunos comercios han optado por perder dinero en lo que adquiere un segmento del mercado y luego, cuando elimina la competencia, sube sus precios. Un estudio de 2009 del Centro para Estudios Económicos del Negociado del Censo de EEUU encontró que la entrada y crecimiento de las mega tiendas tiene un impacto negativo sobre los comercios independientes y las cadenas pequeñas en las comunidades donde se ubican.

También existe el riesgo, como sucedió en Puerto Rico con las tiendas de libros, que entre al mercado una mega-tienda, desaparezcan los comercios locales, y luego se vaya también la mega-tienda,quedándonos todos sin la soga y sin la cabra.

¿Pero, qué de malo puede tener que un sector económico le provea al público el mejor servicio y mayor conveniencia?  Para empezar, porque un dueño local, que vive y trabaja en Puerto Rico, recircula un porcentaje mucho más alto de sus ingresos en la economía local, mientras que el consorcio extranjero extrae sus ingresos – muchas veces el mismo día que los genera – y su efecto en la economía local es mucho menor.

Usualmente cuando se discuten estos asuntos los argumentos se enfocan en la idea de que los mega-comercios crean empleos como si eso fuera el único criterio importante en el mundo de la política económica de un país.  La realidad es que crear empleos es una actividad de mucho valor pero no todos los empleos son iguales.  Y eso nos lleva a un debate difícil, pues nos obliga a determinar si diez empleos a tiempo parcial y sin seguro médico son mejores que un sólo empleo en un negocio local.  Eso no se puede determinar solamente con las herramientas de la disciplina económica y obliga a los que desarrollan nuestras políticas económicas a ampliar sus horizontes intelectuales y sus capacidades de discernimiento.

Para mi es importante que estos mega-comercios existan.  En más de una ocasión he tenido que buscar medicina para mis nenas a las dos de la mañana y si no fuera por esas cadenas, estaría en problemas.  Además, me parece importante generar actividad económica en múltiples áreas, integrando  operaciones de capital extranjero de forma estratégica y articulada.  Esto no tan sólo crea empleos, sino que fomenta la competencia y la innovación.  Pero igualmente importante es poder lograr esto sin menoscabar al emprendedor local. Después de todo, un sector empresarial nativo fuerte robustece el capital humano y otros sectores de un país. Más aún, sirve de caldo de cultivo para que personas con compromiso, deseo, y recursos tomen riesgos, creen redes, e innoven.  Esto es justo lo que necesitamos para tomar impulso y reactivar nuestra economía.

Este artículo fue publicado originalmente en El Nuevo Día el 27 de junio de 2012.