¿Reformas estructurales o graduales?

¿Reformas estructurales o graduales?

Publicado el 4 de noviembre de 2012

Gustavo Bobonis
Non-Resident Senior Fellow
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Como académico puertorriqueño en el exterior, leo y escucho en los medios acerca de la falta de un programa o un modelo de desarrollo económico para Puerto Rico. Esta crítica proviene de múltiples sectores del país, de líderes del sector privado y de la academia, entre otros. Ésto a pesar de la formulación en las últimas décadas de múltiples delineamientos de desarrollo nacional, como el Nuevo Modelo de Desarrollo Económico de la década de los noventa y el proyecto Puerto Rico 2025, por mencionar algunos.

Me atrevo a conjeturar que hay dos factores de suma importancia que han limitado el que múltiples administraciones hayan logrado implantar las reformas “estructurales” propuestas en planes de este tipo. Primero, debido a la falta de concertación (explícita o implícita) entre grupos de interés para implantar este tipo de reformas. Segundo, debido a la falta de voluntad de administraciones gubernamentales para dar continuidad a programas y políticas públicas de posible valor para el país. Esto crea lo que muchos llaman una `parálisis colectiva’. Como sabemos, Puerto Rico no está solo en esta circunstancia política ­ ejemplos desde la China Antigua hasta la experiencia reciente en la política de los Estados Unidos así lo demuestran.

Respuesta al tranque
En parte como respuesta a este tipo de tranque político, una de las corrientes principales de la economía del desarrollo en la última década­ liderada por los economistas Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo del Massachusetts Institute of Technology (M.I.T.) ­ sugiere que puede ser más factible el llevar a cabo un proceso de reformas graduales.

En su libro Poor Economics: A Radical Rethinking of the Way to Fight Global Poverty, los autores argumentan que la ausencia de reformas, o la implementación de reformas de impacto bajo, o nulo, es en muchos casos producto de la ignorancia acerca de las consecuencias socioeconómicas de las mismas. Ellos enfatizan en la necesidad de la experimentación y evaluación científica mediante proyectos pilotos que nos ayuden a comprender las consecuencias de programas y políticas públicas, antes de formularlas a gran escala.

Como ellos mencionan, este tipo de práctica ha sido exitosa tanto en países desarrollados como Estados Unidos y Canadá, como en países latinoamericanos vecinos (con niveles de desarrollo socioeconómico más bajos a los de Puerto Rico). Uno de los mejores ejemplos de este tipo de práctica es la del programa de asistencia social PROGRESA/Oportunidades en México, en vigor desde el año 1997.

El desarrollo de Progresa
Para mediados de esa década, un equipo de trabajo en las Secretarías de Hacienda y Crédito Público (Hacienda) y de Desarrollo Social (SEDESOL) concibieron la idea de crear un programa de asistencia económica para hogares pobres en la forma de becas para niños de edad escolar y de transferencias en efectivo para mujeres condicionadas en el monitoreo de salud de todos los miembros del hogar. Ésto con la idea de mejorar los niveles de educación y salud física y mental de esta población desventajada, inversiones cruciales para el desarrollo socioeconómico del país.

Los arquitectos del programa tenían varias preocupaciones, muy similares a las que vemos en Puerto Rico. Por un lado, tenían la preocupación que el programa generara desincentivos al trabajo, reduciendo la participación laboral de hombres y mujeres adultos en los hogares beneficiarios. Por otro lado, temían que aún si el programa fuese eficaz, que una administración futura lo eliminara debido a la “politiquería” partidista.

Su solución fue sencilla: ellos diseñaron, en colaboración con investigadores externos, una evaluación experimental rigurosa a través de un proyecto piloto por un período de dos años. Lograron demostrar la eficacia del programa: en comparación a un grupo control, la tasa de deserción escolar para niños de escuela intermedia se redujo en un 17% ¡en sólo dos años! Además, los investigadores encontraron que el programa no redujo la participación laboral de adultos en estos hogares.

PROGRESA recibió fuertes críticas de Vicente Fox y el Partido de Acción Nacional (PAN) ­ uno de los principales partidos de oposición ­ previo a las elecciones presidenciales del año 2000.

Sin embargo, la evaluación experimental logró generar apoyo de varios sectores al programa. Luego de la victoria del PAN ese año, la administración Fox decidió expandir el programa hasta cubrir una quinta parte de la población del país ­ y cambiarle el nombre (¡por supuesto!) a Oportunidades. En fin, un programa eficaz de combate a la pobreza y de promoción de `capital humano’ sobrevivió la política partidista del país. Muchos opinan que ésto ocurrió debido a la evidencia científica de su efectividad mediante el ahora famoso proyecto piloto.
Éste es uno de los casos más exitosos de llevar a cabo política pública basada en evidencia en América Latina. Esta manera de llevar a cabo política pública ha crecido a pasos agigantados en países como Brasil, Colombia, Chile y República Dominicana, con programas exitosos producto de proyectos pilotos en las áreas de salud, educación, trabajo, seguridad, e infraestructura.

Es hora de plantearnos el cómo administrar nuestro país de maneras innovadoras. El llevar a cabo reformas graduales bien pensadas puede llevarnos más lejos que el proponernos reformas estructurales que puedan quedar en nada. Podemos aprender cómo hacerlo siguiendo las experiencias de nuestros países vecinos.

Este artículo se publicó originalmente en la sección Tanque de ideas de la Revista Negocios de El Nuevo Día el 4 de noviembre de 2012.