San Juan 2023 o la decadencia de un País
Publicado el 31 de enero de 2013
Director de Política Pública
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Recientemente el gobernador anunció que Puerto Rico estaría buscando la sede de los juegos Panamericanos en el 2023. Si dejamos a un lado las perogrulladas tipo Cámara de Comercio (“no es un gasto, es una inversión”) y las bobadas de los publicistas (“Puerto Rico se atreve a soñar otra vez”) y analizamos la propuesta objetivamente resulta inevitable concluir que esto no es una buena idea.
De entrada, lo primero que tenemos que considerar es que la sede de los juegos se le otorga a una ciudad no al país. Así pues, tenemos las Olimpiadas de Londres 2012 y los Panamericanos de Toronto 2015. En el caso de Puerto Rico, la sede la estaría solicitando San Juan, un lugar donde apenas hace unos meses se estaban posponiendo operaciones en el Hospital Municipal por falta de gasas. Mas aún, de acuerdo con la información que se presentó durante las vistas de transición, el municipio confronta un déficit operacional de $130 millones, su margen prestatario es limitado y no cuenta con fondos suficientes para pagar la nómina del mes de febrero. El municipio, por tanto, al día de hoy no cuenta con los recursos para llevar a cabo los juegos ni se prevé que los tenga en el futuro cercano.
Se nos informa que el costo de llevar a cabo los juegos será de “solo” $200 millones ya que Puerto Rico cuenta con facilidades deportivas de “clase mundial”. Esta aseveración resulta difícil de creer. Toronto, la sede de los juegos del 2015, es una ciudad con una infraestructura verdaderamente de clase mundial, y se le considera uno de los mejores lugares para vivir en el mundo. Sin embargo, el costo de los juegos del 2015 se estima en exceso de $1,100 millones, casi 6 veces el estimado que se nos ha presentado para San Juan. Debemos recordar que el costo de los juegos centroamericanos de Mayagüez estuvo muy por encima del estimado inicial y la calidad del evento fue mediocre.
Por otro lado, ya he escuchado a algunos comentaristas argumentar que “los juegos se pagan por sí solos” debido a la actividad económica que generarán. No me extrañaría que se publique próximamente algún “estudio independiente” concluyendo que el efecto multiplicador del gasto en infraestructura y el gasto generado por los visitantes generará miles de empleos y millones de dólares en actividad económica y que, al final del camino, esa actividad generada e inducida por los juegos será más que suficiente para sufragar los gastos de llevarlos a cabo.
El problema es que los seres humanos no somos buenos haciendo decisiones inter-temporales, donde los costos y beneficios se realizan en diferentes planos temporales. En general, tendemos casi siempre a subestimar el costo de llevar a cabo estos eventos, debido a que los costos se incurrirán en el corto plazo y sobrestimamos nuestra capacidad de controlarlos, y tendemos a sobrestimar la actividad económica que ocurrirá en el futuro. El resultado es que países como Grecia terminan incurriendo millones en deuda a largo plazo por ser la sede de una fiesta que dura dos semanas. Por tanto, hay que ser cuidadosos aún con los estimados bonafide (y no por encargo) de los costos y beneficios asociados con los juegos.
Una variación más sofisticada del argumento anterior es que “para el 2023 la economía de Puerto Rico ya se habrá recuperado”. Eso puede que sea cierto, aunque en verdad nadie sabe cuál será el estado de nuestra economía en 10 años. Sin embargo, aún si fuera cierto, el argumento es irrelevante. El issue no es cuál será el estado de la economía al momento de encender el pebetero en el 2023, el punto importante es si Puerto Rico tendrá o no la capacidad para llevar a cabo la inversión (recuerden “no es gasto”) necesaria durante los diez años con anterioridad a los juegos.
Actualmente, la deuda pública de Puerto Rico suma aproximadamente $69,000 millones, un poco más que el Producto Nacional Bruto del País. El servicio de la deuda del gobierno central y las corporaciones públicas para el año fiscal en curso excede los $4,000 millones y representa aproximadamente 15% del presupuesto consolidado. Esto quiere decir que uno de cada siete dólares que gastará el gobierno de Puerto Rico durante el año fiscal 2013 se irá en pagar interés y principal en la deuda ya acumulada. Si asumimos que el costo de llevar a cabo los juegos en Puerto Rico será igual al costo de los juegos de Toronto (una premisa optimista en mi opinión) estamos hablando de $1,100 millones de deuda nueva más intereses. Y estamos asumiendo que no habrá demoras de construcción, cambios de orden ni otros traqueteos con los proyectos de infraestructura.
Más aún, tenemos que tomar en consideración el déficit actuarial de los tres sistemas de retiro que dependen del fondo general (gobierno, maestros, y judicatura). Este déficit, que representa la diferencia entre los activos y el valor presente de la obligaciones de estos sistemas, suma unos $33,116 millones. Visto de otra manera, Puerto Rico cuenta con solo $11 de cada $100 que debe en pensiones. Si quisiéramos subir esa proporción de 11% a, digamos, un 80% en el 2033, Puerto Rico tendría que comenzar hoy a transferirle cientos de millones de dólares anualmente a estos sistemas y continuar haciéndolo durante los próximos veinte años, aún asumiendo un rendimiento anual de 6.4%. Eso significa que cada dólar que le dediquemos a los sistemas de retiro es un dólar menos para la seguridad, la salud, la educación y para los deportes.
Las corporaciones públicas que normalmente llevarían a cabo esta “inversión” se encuentran esencialmente insolventes (Puertos, Carreteras, la Autoridad de Acueductos) o en una situación financiera muy apretada (la AFI, la AEE, la Autoridad de Edificios Públicos). Mas aún, el Estado de Resultados consolidado de todas las corporaciones públicas de Puerto Rico refleja que éstas reportaron pérdidas agregadas de $1,343 millones durante el año fiscal 2011. Llaman la atención las pérdidas registradas por la Autoridad de Carreteras ($409 millones); la Autoridad de Energía Eléctrica ($272 millones); y la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados ($112 millones). Recordemos también que tanto Carreteras como Puertos se han visto obligadas a monetizar activos para poder cumplir con todas sus obligaciones.
Finalmente, es cuestión de prioridades. En un país donde 45% de la población vive bajo el nivel de pobreza, donde la calidad de los servicios de salud deja mucho que desear, donde miles de personas no tienen hogar propio, donde a los niños de educación especial se les trata como ciudadanos de tercera categoría, y donde miles de niños e infantes han sido abandonados por el departamento gubernamental que se supone los proteja, es simplemente inmoral utilizar los limitados recursos públicos para llevar a cabo un field day glorificado. Los que abogan a favor de llevar a cabo estos juegos en Puerto Rico tienen el peso de la prueba y de demostrar contundentemente que este dinero no se debe utilizar para brindar mejores servicios a los niños, a los enfermos, a los pobres, a los envejecientes y los pensionados de Puerto Rico.
Todo este esfuerzo relacionado con los juegos me recuerda la novela Los Buddenbrook (1901), de Thomas Mann, la cual narra la decadencia de una próspera familia de comerciantes de Lubeck, Alemania entre los años 1835 y 1877, abarcando cuatro generaciones de la familia. A través de toda la narración, la mansión de la familia en la Mengstrasse se presenta como símbolo de la fortaleza de la familia y sus negocios, cuando en realidad no era más que un velo, una fachada que cubre la decadencia y la quiebra moral, social, cultural y financiera de la familia.
En el caso de San Juan 2023, los juegos Panamericanos hacen el rol de la mansión de los Buddenbrook, sirven de fachada para cubrir la decadencia y descomposición social en que vivimos. Nuestros gobernantes parecen no entender que la economía de Puerto Rico es un espejismo generado por niveles de consumo y endeudamiento que han sido sostenidos por una ilusión monetaria ya que tenemos acceso a una moneda, el dólar, que es mucho más fuerte de lo que se podría justificar con los fundamentos de nuestra economía.
Ese endeudamiento nos ha permitido crear una prosperidad falsa y construir una fachada moderna para el Puerto Rico de hoy. Pero es solo eso, una fachada, detrás de la cual está ocurriendo un proceso acelerado de decadencia, de la prosperidad a la bancarrota, de la salud sicológica y moral de un pueblo a la descomposición social y cultural, y de la esperanza en el futuro a una obsesión enfermiza con el materialismo. Todos los juegos del mundo no cambiarán esa realidad.
Publicado el 31 de enero de 2013.