La economía del conocimiento y la sociedad abierta

La economía del conocimiento y la sociedad abierta

Publicado el 26 de enero de 2014

Sergio portrait
Director de Política Pública
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La necesidad de que Puerto Rico comience una transición hacia una economía basada en el conocimiento y la producción de ideas se ha estado discutiendo recientemente en el foro público. Para lograr esa transición se requieren, entre otras cosas, políticas públicas que fomenten la generación del conocimiento; escuelas y universidades con currículos modernos que enfaticen el pensamiento crítico; e instituciones que protejan y fomenten la creación de nuevo conocimiento.

Además de todo lo anterior, también es necesario, en nuestra opinión, que Puerto Rico se transforme en una sociedad abierta. Este concepto se asocia tradicionalmente con el filósofo Karl Popper y su libro The Open Society and its Enemies, publicado en 1945. Popper estaba escribiendo, en parte, en respuesta al desarrollo de sociedades totalitarias, tanto de izquierda como de derecha, durante la primera mitad del siglo 20 y que eran el producto de epistemologías deterministas que intentaban demostrar que la historia de la humanidad evolucionaba de acuerdo con unas leyes universales que solo un pequeño grupo de ilustrados lograban descifrar.

En estas sociedades totalitarias el pensamiento crítico y la libertad de expresión estaban prohibidos y eventualmente se fomentaba la destrucción del conocimiento a través de la censura, la quema de libros, el encarcelamiento y, en muchas ocasiones, el asesinato de profesores, escritores, periodistas e intelectuales.

Para Popper, sin embargo, el conocimiento era fluido y falible ya que la imaginación y la creatividad humana estaban siempre en un estado de constante evolución. Los seres humanos siempre estamos cuestionando, estudiando, investigando, experimentando. Por lo tanto, la creación y desarrollo de nuevas ideas requiere de una sociedad que esté abierta a estos procesos de innovación.

En la sociedad abierta de Popper, cada ciudadano debe y necesita utilizar sus facultades de pensamiento crítico. Esto a su vez requiere libertad de pensamiento y expresión así como las instituciones legales y culturales que faciliten y fomenten la acción independiente por parte de los ciudadanos.

¿Es Puerto Rico una sociedad abierta?

En principio podríamos decir que Puerto Rico cumple con los requisitos formales de una sociedad abierta, tenemos elecciones cada cuatro años, una constitución que protege la libertad de expresión y de asociación, una universidad pública que recibe una generosa subvención gubernamental y leyes que, por lo menos en teoría, garantizan todo tipo de derechos.

Sin embargo, resulta difícil argumentar que en nuestro diario vivir Puerto Rico es una sociedad verdaderamente abierta. Más de 500 años de colonialismo han producido una larga historia de dependencia gubernamental, de clientelismo político, de persecución y vigilancia ilegal de organizaciones políticas tanto por el gobierno federal como por el estatal, del uso repetido de la fuerza para reprimir el derecho a la libre expresión y para perseguir a diversas comunidades marginadas, y de niveles alarmantes de corrupción gubernamental e impunidad oficial.

En general, las estructuras gubernamentales en Puerto Rico son paternalistas y poco transparentes. Más aún, el Gobierno tiende a desalentar la acción comunitaria independiente y a fomentar patrones de interacción basados en relaciones de dependencia y de patronazgo político. Esto significa que muchas organizaciones de la sociedad civil y algunas del sector privado en Puerto Rico han sido capturadas por estructuras político-partidistas, operan en función de esos intereses partidistas y, por tanto, no son verdaderamente independientes.

Lo anterior no significa que no existan ejemplos de comunidades organizadas y de coaliciones de organizaciones de la sociedad civil que se han movilizado exitosamente para cambiar la política gubernamental en áreas tales como los derechos de la mujer, la justicia ambiental y la igualdad legal para la comunidad LGBTT, entre otros ejemplos. Pero, aunque algunos de estos movimientos sociales han tenido gran visibilidad y han sido efectivos, la realidad es que este tipo de acción cívica independiente no es la norma en Puerto Rico.

Es por esto que en el Centro para una Nueva Economía nos hemos embarcado en una nueva iniciativa que nos lleva más allá de nuestro ámbito usual de acción como ‘think tank’ o tanque de ideas de temas económicos y política pública. Los tiempos que vivimos requieren medidas atrevidas y hemos aceptado la invitación del Open Society Foundations para fortalecer la capacidad cívica de los puertorriqueños para efectuar cambios sistémicos a largo plazo.

Nuestra visión es crear una sociedad verdaderamente democrática en Puerto Rico, donde los individuos y las organizaciones de la sociedad civil tengan los recursos, las herramientas, la capacidad y la autonomía para interactuar eficazmente con el Gobierno y otras instituciones; para oponerse y retar a las estructuras existentes de poder económico, político y socio-cultural; para reducir las desigualdades generadas por esas estructuras de poder; y para ser agentes de cambio para conseguir un gobierno responsable, ético, transparente y que rinda cuentas al pueblo.

Para alcanzar esa visión estaremos trabajando junto a la ACLU-PR, el Centro de Periodismo Investigativo y la Clínica de Asistencia Legal de la Escuela de Derecho de la UPR, entre otras organizaciones, para mejorar la transparencia gubernamental, incrementar el acceso a la justicia, reivindicar nuestros derechos civiles y promover la equidad y la justicia social. Lograr estos objetivos nos permitirá fortalecer la fibra de la sociedad puertorriqueña y sostener una economía basada en el conocimiento y la producción de ideas a largo plazo.

Es importante que la gente entienda que una economía basada en el conocimiento no funcionará en una sociedad cerrada y poco transparente; donde se le teme al cambio, a la innovación, a hacer las cosas de manera diferente; donde se desperdicia el talento de miles de personas víctimas de la discriminación y la marginalización social; y donde se utiliza el poder gubernamental arbitrariamente para perseguir a aquellos que, parafraseando a Henry David Thoreau, deciden marchar al ritmo de otro tambor.

En suma, no puede haber una reactivación sostenible de nuestra economía sin apertura y sin un cambio sistémico que nos asegure más transparencia, más justicia y mayor equidad.

 

Esta columna se publicó originalmente en el diario El Nuevo Día el 26 de enero de 2014.