Palabras pobres
Publicado el 28 de septiembre de 2014
Directora de Asuntos Públicos
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Hay palabras que se quedan cortas para representar su significado. Sobre todo en tiempos cambiantes. Pobreza es una de ellas.
Resulta complicado debatir sobre el pobre o la pobreza cuando quienes participan en el diálogo público y sus respectivas audiencias posiblemente no han ajustado sus imágenes mentales a nuevos parámetros y marcos de referencia.
Tal vez por eso es que se ha polarizado la discusión sobre quiénes son los pobres en Puerto Rico y quiénes tienen o no derecho a hablar del tema. Y a lo mejor esta violencia verbal que hemos observado en los dimes y diretes sobre la pobreza pueda ser la gran oportunidad para redefinir bajo los estándares actuales lo que quiere o no quiere decir ser pobre. O mejor aún buscar, parámetros que definan mejor la realidad de Puerto Rico sobre la pobreza.
Resultaría inconcebible que dos partes se reunieran a hacer un contrato sobre la compra y venta de un apartamento sin que mediara primero un proceso de describir el objeto de la negociación. Sin embargo, aquí nos pasamos haciendo transacciones verbales sobre la pobreza sin detenernos a tener una conversación sobre una definición común y certera.
Hay personas que cuando hablan de “los pobres” acceden automática y erróneamente a la imagen del jíbaro de las fotos de Jack Delano, descalzo, famélico y con una barriga inflada de parásitos. No en balde piensan que la pobreza se erradicó en Puerto Rico.
Otros asocian al pobre con el lugar donde vive. De ahí que se confunda la gimnasia con la magnesia denunciando los beneficios o privilegios de quienes residen en tal o cual lugar. O entran a juzgar con epítetos despectivos a personas que viven en una urbanización de renombre, aún cuando estén desempleados y bajo un techo a punto de ser ejecutado por el banco.
La pobreza no corresponde hoy día a una sola categoría o definición. Hay pobreza extrema o absoluta, pobreza moderada y pobreza relativa. Pero además hay una categoría denominada “pobres que trabajan”. Se trata de personas que a pesar de tener un empleo a tiempo completo no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.
Veamos las definiciones.
La persona que vive en condiciones de pobreza extrema o absoluta es en términos generales la que no puede satisfacer las necesidades básicas para sobrevivir tales como asegurar alimentos, albergue y vestimenta. El Banco Mundial utiliza el estándar de $1 de ingreso diario para determinar el número de personas que viven en condiciones de pobreza extrema.
El término pobreza moderada usualmente se utiliza para describir condiciones bajo las cuales a duras penas se pueden satisfacer las necesidades básicas para sobrevivir. El Banco Mundial utiliza el estándar de ingresos diarios entre $1 y $2 para determinar el número de personas que viven en condiciones de pobreza moderada.
El término pobreza relativa significa un nivel de ingresos por debajo del ingreso nacional promedio. Por ejemplo, en algunos países se consideran pobres a todos aquellos con ingreso igual o menor al 50% del ingreso nacional promedio.
Sin embargo, en Puerto Rico no se utilizan las métricas del Banco Mundial sino las guías confeccionadas por el gobierno federal. Estos límites se basan en el ingreso necesario para adquirir los alimentos que componen la dieta más económica propuesta por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, denominada como el Economy Food Plan.
Según un estudio llevado a cabo por la firma A.T. Kearney, en el año 2000 cerca de 7% de la población de Puerto Rico, o aproximadamente 267,000 personas, vivían en condiciones de pobreza moderada.
Utilizando los parámetros federales, el Puerto Rico Community Survey del 2013 determinó que 41.6% de las familias y 45.4% de las personas que residían en Puerto Rico vivían en condiciones de pobreza. Las guías federales de pobreza para el 2013 figuran en la tabla que publicamos con esta columna.
Pero más allá de definiciones monetarias o de ingresos, la pobreza es una condición estrechamente relacionada con la exclusión, la falta de acceso a ciertas oportunidades y derechos, y la carencia de movilidad socioeconómica.
Según lo expresa David K. Shipler, en el libro The Working Poor; Invisible in America: ”la pobreza de los que trabajan constituye una constelación de dificultades que se magnifican una a la otra; no solo salarios bajos sino la tendencia a gastar sin sabiduría, no solo vivienda inadecuada sino también una crianza deficiente, no solo falta de seguro de salud sino también carencia de un hogar saludable”.
Logrando definiciones ajustadas a la realidad y sin prejuicios de percepción, entonces podremos hablar en propiedad de cómo podría entrarle el agua al coco de la desigualdad.
Y a lo mejor usted lector o lectora, cuando termine de leer esta columna y se vuelva a preguntar quién es el pobre aquí, no esté tan seguro o segura como lo estaba antes. O cuando un periodista se enfrente a un entrevistado que le hace aseveraciones sobre su propuesta para beneficiar a los pobres del país, tome un segundo para preguntarle; ¿qué entiende usted por pobreza? Seguramente que estaríamos moviendo la conversación a un nivel de menos ruido y más nueces.
Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 28 de septiembre de 2014.