Solución
Publicado el 22 de octubre de 2014
Presidente y Fundador
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Es mucha la gente que dice que ya no aguanta más. Un periodo de depresión económica tan largo y traumático deja a cualquiera agotado y desmoralizado. Lo peor de esta coyuntura de deterioro no necesariamente es la erosión de nuestro acervo productivo – el capital, la infraestructura, el recurso humano – sino la profunda depresión anímica que parece haberse apoderado de la gente. Son muchas las personas que a diario me dicen – en plano de desahogo – que ya no aguantan más, que no vale la pena seguir dándose contra la pared en un entorno económico que no solo es devastador, sino que tampoco da señales de mejorar en un futuro cercano.
Cuando escucho esto, pienso en el icónico lema británico de “Keep Calm and Carry On“. Este se diseñó – aunque nunca se llegó a usar – durante la Segunda Guerra Mundial. La idea era capitalizar sobre la llamada “flema británica” – esa capacidad de mantenerse calmado e impasible al momento de enfrentar las crisis – para fortalecer la moral del pueblo inglés ante el azote Nazi.
Creo que si pensamos lo mal que la estamos pasando, basta con recordar el Blitz de Londres, el bombardeo sostenido con el que los Nazis intentaron doblegar a Gran Bretaña en un momento en el que era el único país que no había sucumbido a su ofensiva. El Blitz duró del 7 de septiembre de 1940 al 10 de mayo de 1941. En su momento más álgido, Londres fue abrumado diariamente por las bombas durante diez semanas corridas: entre septiembre y noviembre, la población soportó el aterrador asedio de un promedio de 160 bombarderos por noche y cientos de miles de bombas. Continuo. Sin parar. Al final, más de dos millones de casas habían sido destruidas y más de 50,000 personas se encontraban muertas o heridas.
Lo curioso es que más tarde, cuando se llevó a cabo una encuesta y se le preguntó a la ciudadanía la situación más mortificante que habían experimentado durante la guerra, el bombardeo llegó en segundo lugar. El primero resultó ser la falta de recogido de basura.
Nadie quiere fortalecer su carácter pasando por la terrible experiencia de la devastación de una guerra, pero pienso que este episodio guarda alguna que otra lección para nosotros. ¿Por qué los puertorriqueños debemos seguir batallando para mejorar la situación actual del País? Quizás nuestro entorno no mejore por muchos años. Quizás el repunte no se vea hasta la próxima generación.
¿Y no son las generaciones futuras suficiente razón para (como dirían los británicos) “mantener la calma y seguir”? Hace par de semanas precisamente, le hablé de economía a la clase de mi hija de 4to grado, y la ilusión que vi en las caras de sus compañeros me recordó de golpe por qué no podemos quitarnos, y por qué – aunque pensemos que no se puede – tenemos que seguir.
Por ahora lo importante es ser parte de la solución. Tenemos que seguir porque Puerto Rico es una gran causa. Es vital poder decir que aunque no sé qué pasará, aunque no sé cuándo mejorará la situación, aunque no esté seguro de cuál es la mejor estrategia para restaurar nuestro crecimiento; de una cosa sí estoy seguro: participo activamente para ser parte de la solución. Cada uno tiene que, desde su esquina, proponerse ser parte de la solución. Como pueda: pensando, trabajando, empujando, ayudando, forjando, cargando, inventando. No se puede pedir más, pero no se puede esperar menos.
Winston Churchill, ese líder que se alzó como representante del espíritu británico durante la Guerra, dijo, “cuando estés pasando por el infierno, sigue”. Nosotros – aunque estemos cansados y casi desfallecidos – tenemos que seguir adelante. A veces no es posible ver mejoría en el horizonte. Pero por eso es que la fe se define como la convicción de lo que no se ve. No le podemos fallar a la próxima generación.
Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 22 de octubre de 2014.