Una visión para el desarrollo

Una visión para el desarrollo

Publicado el 20 de noviembre de 2016

Investigador Senior No Residente
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Al igual que en Grecia, muchos observadores ocasionales del caso de Puerto Rico atribuyen la debacle económica de la isla a la mala gestión fiscal del gobierno. Sin lugar a dudas, la gestión fiscal jugó un papel importante en la crisis de deuda – al no actualizar la política fiscal al gran cambio que ha sufrido la economía de la isla. Sin embargo, la causa primordial de la crisis ha sido otra: la desindustrialización provocada por el cambio de política fiscal de Estados Unidos y el posterior fracaso del gobierno de la isla y del sector privado en crear e implementar una nueva estrategia de desarrollo económico.

Esta perspectiva la muestran los economistas José Caraballo Cueto y Juan Lara en el artículo: “From deindustrialization to unsustainable debt: The case of Puerto Rico”. Ellos muestran que el predictor principal de los niveles de deuda ha sido el cambio en el empleo en el sector manufacturero – medida de la importancia del sector en la isla – y no el empleo en el sector público. En fin, no fue sólo un fracaso de la gestión fiscal, sino que también se ha reducido la inversión pública en medio de la depresión económica de la isla y sin un plan de recuperación económica ejecutable.

Cualquier solución a la crisis socioeconómica que enfrenta Puerto Rico hace de la creación de oportunidades de desarrollo económico una prioridad urgente, pues revertir el deterioro económico de la isla es lo único que asegurará el que no se requieran rondas adicionales de restructuración de la deuda. Esto porque la necesidad de “re”-reestructurar suele darse cuando la reestructuración y el desarrollo no van de la mano, según indican expertos en el tema.

Pero las oportunidades económicas no se materializarán de forma espontánea, incluso después de una reestructuración significativa de la deuda pública. Lograr el desarrollo económico a largo plazo será una tarea compleja; no existen soluciones sencillas para ello. Como primer paso para trazar este camino, el Centro para una Nueva Economía se ha dado a la tarea de crear una Comisión de Crecimiento con el propósito de identificar oportunidades y estrategias para promover este desarrollo económico.

Nuestra visión se basa en la premisa de que el desarrollo económico sostenido es resultado de la capacidad de un país de insertarse progresivamente en actividades de producción de mayor valor agregado. Es decir, en la producción de bienes y servicios de mayor calidad y mediante la búsqueda de formas innovadoras y más eficientes de producir éstos – o aumentos en la productividad. Esto es especialmente cierto en el siglo 21, uno que se caracteriza por incursiones cada vez más profundas en la economía del conocimiento. Esta diversificación hacia mayores niveles de “sofisticación” permiten a las empresas diferenciar sus productos de la competencia y por consiguiente las ayudan a generar mayores ingresos.

Los economistas Ricardo Hausmann, Jason Hwang y Dani Rodrik, entre otros, documentan que esta diversificación es un factor muy relevante para el crecimiento económico. Utilizando información del ingreso per cápita y de la canasta de exportaciones para cada uno de 118 países (excluyendo a Puerto Rico), muestran que países con mayores niveles de ingreso per cápita tienden a tener una canasta de productos de exportación de mayor “sofisticación” que aquellos con menores niveles de ingreso per cápita.

Producto interno bruto per capita

Aquí producimos una gráfica que muestra sus datos macroeconómicos de ingreso per cápita y del grado de sofisticación de los productos exportados para 92 países en el año 2003. Podemos ver claramente que economías exitosas como Irlanda y Singapur, las cuales ya para ese año habían alcanzado ingresos per cápita mayores a veinte mil dólares, exportaban bienes de un alto grado de sofisticación. Costa Rica, Malasia y Chile, entre otros, también han sido relativamente exitosos en lograr este cambio estructural de sus economías en las últimas décadas.

Más relevante aún para el caso de Puerto Rico, Hausmann, Hwang y Rodrik muestran que aquellos países con una canasta de productos de exportación de mayor sofisticación tienden a tener tasas mayores de crecimiento del ingreso per cápita, aún cuando se toman en consideración muchos otros factores que inciden sobre el crecimiento económico. Si suponemos que la desindustrialización que ha sufrido Puerto Rico durante la última década ha reducido el nivel de sofisticación de sus exportaciones, esto nos pone en una posición de aún mayor desventaja respecto a estas economías exitosas.

¿Cómo podemos lograr esa diversificación de nuestra economía? Unos ejemplos pueden ser útiles. Según resumido en un informe para el “Natural Resource Governance Institute”, hasta fines de los 1990s Chile implementó un programa de subsidios a exportaciones no tradicionales, y creó alianzas público-privadas para promover que el capital de riesgo invirtiera en proyectos que incluyeran la transferencia de tecnologías y la adopción de nuevos modelos de negocios. Malasia además ha creado una Unidad de Gestión y Medición de Resultados para crear, monitorear y revisar planes ambiciosos de desarrollo que involucran la coordinación entre el sector privado y el gobierno. Este tipo de innovaciones institucionales han sido cruciales en la transformación de estas economías.

Por lo tanto, cualquier plan fiscal del gobierno debe hacer hincapié en un plan que vincule seriamente los proyectos estratégicos con esta visión moderna del desarrollo. Lograr esto sería actuar proactivamente en pos de nuestro futuro.

Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el día 20 de noviembre de 2016.