Incertidumbre y turbulencia

Incertidumbre y turbulencia

Publicado el 22 de junio de 2020 / Read in English

Sergio portrait
Director de Política Pública
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Incertidumbre significativa. Esa fue la frase que utilizó Jerome Powell, Presidente de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal, para describir la recuperación de la economía de Estados Unidos en su testimonio ante el Comité de Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos del Senado de Estados Unidos.

Esa incertidumbre surge principalmente de la crisis de salud causada por el virus SARS-CoV-2. La velocidad con que se ha esparcido ese virus, que causa el Covid-19, a través de todo el mundo ha sido asombrosa, afectando a más de ocho millones de personas en 188 países o territorios, causando la muerte de más de 400,000 seres humanos. Los esfuerzos para mitigar los estragos de la pandemia, a su vez, han causado el colapso más profundo en la actividad económica desde 1945. De acuerdo con datos del Banco Mundial, la recesión actual es la cuarta más aguda desde 1871, superada solo por la caída en la actividad económica durante las dos grandes guerras del siglo 20 y la Gran Depresión, y sus analistas estiman que casi el 90% de todos los países se encuentran en recesión, la fracción más alta en 150 años.

En Estados Unidos el empleo total neto se ha reducido por 20 millones de trabajos entre febrero y mayo y aunque el informe de empleo de mayo fue inesperadamente positivo (debido a un error técnico), la tasa de desempleo se calcula en 13.3%, casi cuatro veces la tasa de desempleo reportada en febrero de este año. La tasa de participación laboral de 60.8% es la más baja desde enero de 1973. Mientras que la razón entre el empleo total y la población mayor de 16 años fue de 51.3% en abril y 52.8% en mayo, los niveles más bajos desde que se comenzó a calcular esa estadística en 1948. El gasto de consumo personal y la inversión de capital fijo, ambos ajustados por inflación, reportaron una baja anualizada de 6.8% y 8%, respectivamente, durante el primer trimestre de este año. Finalmente, la contracción del producto interno bruto (“PIB”) para el segundo trimestre de 2020 se espera que sea la más severa en record, rondando el 30% en términos anualizados.

La respuesta gubernamental a esta crisis también ha sido sin precedentes. El Congreso ha aprobado cuatro leyes autorizando un gasto agregado de $2.4 trillones, mientras la Reserva Federal ha aumentado sus activos, a través de la compra de distintos valores en el mercado de bonos, por otros $3 trillones, para un estímulo fiscal y monetario combinado equivalente a aproximadamente 24% del PIB de Estados Unidos. Esa política económica expansiva ha sido emulada por la Unión Europea, China, Japón y otros países.

No obstante ese estímulo económico concertado, el Banco Mundial estima que la economía global en el 2020 se contraerá por un 5.2%. Es en el 2021, sin embargo, cuando la incertidumbre se agudiza. Mucho va a depender de lo que suceda con el Covid-19, específicamente si surge otro brote amplio de infección durante el otoño y cuanto tardemos en encontrar un tratamiento o una vacuna efectiva y segura. Si hay que volver a imponer restricciones al movimiento de personas y a la actividad económica o si el desarrollo de un tratamiento o vacuna se retrasa, más se tardará la recuperación económica.

La estructura de cada economía también será un factor importante. Las economías que dependan más para su crecimiento, en términos relativos, de la exportación de mercancía (“commodities”), de su participación en cadenas de abasto globales, o del turismo y servicios relacionados, se demorarán en recuperarse. Al igual que aquellas que dependan primordialmente de servicios que requieren contacto personal en vez de la manufactura y de servicios que se puedan ofrecer a distancia.

Puerto Rico no es inmune a estas tendencias globales, pero con la diferencia de que la incertidumbre se intensifica debido a factores domésticos. Primero, todavía estamos lidiando con los efectos de la quiebra del gobierno central, los huracanes de 2017 y los terremotos. Segundo, la capacidad del estado para analizar, planificar y ejecutar políticas públicas complejas ha sido erosionada por años de austeridad, corrupción y politización del servicio público. Tercero, Puerto Rico nunca ha tenido control sobre su política monetaria o su política de comercio internacional, mientras que la política fiscal es actualmente un campo ocupado por la Junta de Supervisión Fiscal (JSF). Así que en términos de política económica no tenemos mucho espacio para maniobrar. Finalmente, el sistema de salud pública de Puerto Rico es deficiente. No tenemos la capacidad de implementar un programa efectivo de vigilancia y monitoreo para actuar a tiempo en caso de un nuevo brote de Covid-19.

Dado todo lo anterior, el escenario a corto plazo para Puerto Rico es, como las obras de El Greco, claroscuro. En términos de la pandemia podemos esperar un aumento en los casos de Covid19, que no detectaremos hasta que los pacientes comiencen a acumularse en los hospitales, debido a las deficiencias de nuestro sistema de salud pública. El problema es que para cuando se presenten cientos de casos en las salas de emergencias ya será demasiado tarde, debido a que la tasa de transmisión del virus es exponencial. Por tanto, probablemente ya tengamos decenas de miles de personas infectadas a través de toda la isla.

Entonces tendremos que cerrar la economía otra vez, paralizando tanto la reconstrucción de nuestra infraestructura como la recuperación económica. Eso significará menos actividad económica, más desempleo, menos recaudos para el estado, la dilación de los casos de Título III, y una extensión del término de la JCF. Ante ese panorama, aumentaría la emigración, habría menos inversión y la contracción económica continuaría.

La pandemia está creando una gran conmoción económica y política. Son tiempos de incertidumbre y turbulencia que amenazan con abrumar nuestra capacidad de adaptación a cambios fundamentales en nuestra sociedad. Pero precisamente porque vivimos en esos tiempos, el futuro no está escrito en piedra. Tenemos alternativas, aunque sean limitadas. Debemos escoger bien.

Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 21 de junio de 2020.