Universidad pública, inversión y desarrollo

Universidad pública, inversión y desarrollo

Publicado el 16 de agosto de 2021 / Read in English

Directora, Buró de Madrid
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Los cambios tecnológicos, retos climáticos y convulsiones sociales de los tiempos que corren hacen que la universidad como institución social adquiera una mayor centralidad de cara al futuro.  En ese sentido, lo que parece ser el desmantelamiento a plazos y en pedazos de la universidad pública en Puerto Rico discurre en sentido contrario de lo que dictan los tiempos y el sentido común. Es como si enfrentáramos un temporal en mar abierto y la respuesta fuera tirar por la borda las piezas de la embarcación. Vale la pena echar un vistazo a otras latitudes para entender cuánto la embestida – externa e interna – contra la Universidad de Puerto Rico cercena nuestra propia capacidad de enfrentar como sociedad los retos del futuro.

Centros de innovación y desarrollo regional

La creciente complejidad de los problemas económicos, ambientales y sociales ha convertido a las universidades en ejes cruciales de innovación tecnológica y social. Su centralidad, según la Asociación Europea de Universidades, deriva de su capacidad de formar capital humano en nuevas destrezas, de generar conocimiento novel para problemas complejos a través de la investigación y, de forma cada vez más creciente, de orquestar eco sistemas regionales de innovación. Todo esto se produce en el contexto de la llamada economía del conocimiento, una en la que cada vez más, resulta crucial aplicar el conocimiento – no solo los insumos físicos, el capital o el trabajo – a los procesos de producción. Hay que destacar que la investigación científica no se circunscribe a las ciencias físicas y naturales, sino que incluye a las ciencias sociales: la sociología, la economía, la psicología, la historia. En sociedades con infraestructuras menos robustas de investigación y desarrollo (I+D) como Puerto Rico este rol de agente catalítico recae muchas veces sobre las universidades públicas.

Para ilustrar la diferencia: Alemania tiene una infraestructura sólida en la que la I+D es realizada no solo por universidades públicas y privadas, sino por institutos gubernamentales y privados, start-ups y empresas.  Allí, tanto como 2/3 partes de la inversión anual masiva de €105 billones en I+D proviene del sector privado. Esto quiere decir que las empresas e institutos privados alemanes invierten cada año unos $82 billones en I+D y constituyen un componente vital del ecosistema de innovación y producción alemán. Para efectos de comparación, el Producto Bruto de Puerto Rico rondaba los $71 billones en 2019, según la Junta de Planificación. En contraste, en España el 82% de la producción científica es generada por las universidades del país, que son responsables del 40% del gasto total en I+D.  Este espacio lo ocupan principalmente las universidades del ámbito público, donde se concentra la enseñanza de las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática).  En España el tejido empresarial es fundamentalmente tímido al momento de innovar: el más reciente puntaje de la Unión Europea indica que el país tiene apenas ¼ de empresas líderes que invierten en I+D de lo que tiene la media europea. Este rol fundamental de las universidades públicas en I+D es particularmente acuciante en las zonas rezagadas del país. Por ejemplo, la Universidad de Extremadura (UEx) – la única institución de educación terciaria en esa comunidad autónoma – es responsable de casi la mitad del gasto total en investigación y desarrollo de la región y constituye un polo regional importante de investigación y desarrollo para el sector agroalimentario de la zona, una de las más desventajadas del país. El 93.5% del alumnado de la UEx proviene de la región, lo que la convierte además en un importante igualador social y económico en una zona que tiene una de las rentas medias más bajas de España.

Una literatura creciente destaca la capacidad de las universidades de potenciar el desarrollo económico de las regiones donde ubican a través de políticas industriales localizadas (“place-based Industrial Strategies”): en esos casos, la inversión pública en investigación y desarrollo a través de las universidades se usa para potenciar diferencias regionales y convertirlas en áreas de especialización económica. En el caso de Gran Bretaña, se ha propuesto, por ejemplo, capitalizar en las universidades regionales para fomentar los sectores de inteligencia artificial, energía limpia y medicina en áreas geográficas externas al potente nódulo económico de Londres: Gales, Escocia e Irlanda del Norte. En Portugal, la Universidade do Minho – una universidad pública – creó TechMinho, una entidad que la enlaza con los municipios aledaños del Vale do Ave y promueve la transferencia al entorno empresarial de las nuevas tecnologías, productos y procesos que se desarrollan en sus aulas y laboratorios. Vale do Ave es una zona de fuerte presencia de la industria textil y la globalización ha generado agudos retos para ella. Gracias a la iniciativa de la Universidade do Minho, los estudiantes han creado en la zona 530 compañías con un volumen promedio de negocios de €2.2 millones (unos $2.6 millones) y una plantilla laboral de 13,700 personas. Esta gesta universitaria no se ha producido en el vacío: es parte de una apuesta que hizo el gobierno portugués, que canalizó a la zona fondos de los programas de cohesión europeos y dotó a las universidades públicas de la región con una cantidad importante de fondos para investigación y desarrollo.  El caso portugués no es excepcional: un estudio reciente de 47 provincias españolas desarrollado por la Universidad de Pécs en Hungría y la Universitat Internacional de Catalunya en Barcelona confirmó esta relación entre las universidades públicas y la capacidad de una región de atraer empresas de servicio con un uso intensivo de conocimiento (KIBS, por sus siglas en inglés). El impacto de la presencia universitaria resultó particularmente notable en zonas con baja concentración industrial como La Coruña o Pontevedra, en Galicia, o como podría ser el caso de Puerto Rico.

El costo a largo plazo de los recortes presupuestarios

A pesar de toda esta evidencia, la tendencia de los gobiernos ante una crisis económica o fiscal muchas veces es a primar las prioridades de corto plazo y cercenar en vez el gasto público en investigación, cuyos resultados se producen a mediano y largo plazo. El Consejo Económico y Social (CES) de España ha advertido recientemente que el país está enfrentando una preocupante reducción en el acervo de capital público – no solo infraestructura física, sino conocimiento – a raíz de las agudas reducciones en inversión pública que implantaron los sucesivos gobiernos durante la pasada década como reacción la crisis económica del 2008. El CES urge a revertir la tendencia, y sugiere que, de cara al futuro, la inversión pública – incluyendo aquella en I+D – se use de forma contra cíclica durante periodos de crisis, i.e., como regla de oro de las reglas fiscales, aumentando el gasto en estos renglones en épocas de vacas flacas. No es casualidad que los países que sostuvieron la inversión pública en educación universitaria durante la crisis – Austria, Bélgica, Alemania, Noruega – sean los que hoy tienen, según la Unión Europea, el mejor puntaje en términos de ecosistemas de innovación. Si utilizamos el caso de España como una especie de canario en la mina para Puerto Rico – una advertencia de las implicaciones futuras que tendrán los destrozos presupuestarios a los que está siendo sometida la UPR – pensaríamos que tiene sentido revertir la carnicería y rearmar el sistema universitario público de cara al futuro.