Presentación Junta Reglamentadora de Electricidad
A raíz de toda la confusión que ha causado el tema de re-estructurar la AEE, creemos que es importante aclarar algunos conceptos y elaborar algunos temas importantes.
CNE – Centro Para Una Nueva Economía – Center for a New Economy
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A raíz de toda la confusión que ha causado el tema de re-estructurar la AEE, creemos que es importante aclarar algunos conceptos y elaborar algunos temas importantes.
En un país que ha sido una colonia española y norteamericana por más de cinco centurias, y ha servido como puerto de transbordo para un sinfín de propósitos, la hibridez no debe ser una característica foránea, o difícil de entender. La mezcolanza es parte integral de nuestra identidad isleña, y se puede identificar con facilidad en las altas esferas de la oficialidad— ¿habrá algo más híbrido que el Estado Libre Asociado?— en la cotidianidad del spanglish o en los ritmos de la salsa interpretada por rockeros. No obstante, la heterogeneidad que nos atraviesa transversalmente encuentra sus límites cuando se habla de desarrollo y se pasa inventario sobre los activos nacionales para determinar lo que es público y lo que está en manos privadas.
A menudo escuchamos que el problema en Puerto Rico es el protagonismo. Es decir, que nuestra disfunción colectiva como país emana de nuestra incapacidad de unir esfuerzos pues cada iniciativa tiene el gran deseo de ubicarse y venderse como la primera y principal. Eso en sí provoca que los esfuerzos se dupliquen y que los recursos se diluyan, y en algunos casos, hasta provoca el sabotaje de iniciativas por los competidores.
Sin un servicio de energía eléctrica de alta calidad, confiable y a un costo razonable, va a ser muy difícil, por no decir imposible, promover el desarrollo económico de Puerto Rico de manera sostenible y a largo plazo. Para lograr ese objetivo es necesario re-estructurar a fondo la AEE, que opera como un monopolio auto-reglamentado desde 1941 y también controla y reglamenta el mercado eléctrico en Puerto Rico.
El 19 de mayo de 2013 el gobierno federal de Estados Unidos alcanzó el límite de lo que legalmente puede tomar prestado para financiar sus operaciones. Ese límite se encuentra fijo desde entonces en $16.699 trillones. Desde esa fecha el Departamento del Tesoro ha ejecutado una serie de “medidas extraordinarias”, mayormente trasferencias entre varios fondos intra-gubernamentales, para continuar pagando las obligaciones del gobierno de Estados Unidos.
Nadie puede negar que la situación económica y fiscal de Puerto Rico es sumamente complicada. La economía de Puerto Rico lleva siete años en contracción, desde el 2006 el empleo ha caído casi por 15% y la inversión bruta de capital fijo por más de 20%. En términos fiscales, Puerto Rico simplemente no ha podido recaudar los ingresos suficientes para cumplir con sus gastos operacionales y sus obligaciones financieras por lo menos desde finales de la década de los 80.
“Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera.” Esa es la primera oración de Ana Karenina, la reconocida novela del famoso escritor ruso Leo Tolstoy. Me parece que igual se podría decir de los países y ciudades que enfrentan una crisis financiera. Todas sufren y padecen, pero cada una es distinta.
Según nuestro mito desarrollista, Puerto Rico salió de las tinieblas económicas a mediados del Siglo XX gracias al esfuerzo de un grupo de líderes visionarios que se dieron a la tarea de reconstruir “la casa pobre del Caribe”. En numerosas instancias, especialmente cuando la moral colectiva se percibe en decadencia, se repasan los testimonios del cambio que vivió el país y cómo los arquitectos del progreso isleño lograron reducir la pobreza extrema, atajar los arrabales y fomentar capacidades industriales.