Convergencias

Convergencias

Publicado el 28 de enero de 2010

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Presidente y Fundador
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En Puerto Rico llevamos no sé ya cuantos años hablando de la necesidad de llegar a un consenso para lograr un desarrollo económico sostenido.  Culpamos nuestra inhabilidad de crecer la economía a la falta de ese escurridizo consenso.

A mí, sin embargo, el consenso me causa mucha sospecha.  Creo que muchas veces el consenso lo que nos lleva es al más simple denominador común, a un acuerdo diluido que, como decía Margaret Thatcher, representa el proceso de abandonar todas las creencias, todos los principios y valores para desarrollar algo en lo cual nadie cree pero a lo cual nadie objeta.

A mí me parece que no es la falta de consenso lo que nos tiene detenidos.  Porque muy bien pudiéramos llegar a un consenso para seguir una propuesta incorrecta.  En ese caso, de nada nos serviría el haber llegado a un consenso.

A lo que sí creo que podemos aspirar es a convergencias.  Con eso quiero decir metas compartidas donde, aunque no haya un consenso, haya un sentido de concesión, de que tenemos que llegar a un acuerdo donde no recibiremos todo lo que queríamos pero se creará el ambiente necesario para seguir la lucha.

El año pasado vimos una posible convergencia de este tipo entre las propuestas del CAREF y las de algunos sindicatos.  Ambos grupos consideraron como algo que se debía hacer el evaluar el costo e efectividad de la multitud de incentivos y deducciones en el código contributivo de Puerto Rico.

Las convergencias son posibles y necesarias particularmente en tiempos como el que vivimos.  Ese será unos de los temas a explorar en la próxima conferencia económica del Centro para la Nueva Economía el mes que viene.

En la misma dedicaremos un panel a debatir civilmente la situación del país y las posibles áreas de convergencia donde pudiéramos encontrar metas compartidas y áreas de acuerdo y acomodo.  El panel contará con verdaderos líderes de diferentes sectores de nuestra sociedad.

El momento para esta discusión es oportuno porque el dolor nos esta llegando ya a todos.  Cuando se afectan sólo algunos sectores de la población, particularmente los más desprovistos, es fácil ignorar la necesidad de cambio.  Sin embargo, cuando llegas al momento donde los más fuertes intereses del país se tambalean, como sucede ahora en Puerto Rico, has llegado al punto de una verdadera apertura.

No sé que más evidencia se requiere para demostrar que en Puerto Rico el problema no es la falta de ideas.  Ni es tampoco la falta de consenso.  Me parece que se pierde más por falta de tomar decisiones que por malas decisiones.

Por tiempo he compartido que yo pienso que el cambio en Puerto Rico vendrá no de un gran consenso, sino más bien de un pequeño grupo.  Pequeños grupos de ciudadanos que decidan fortalecer sus capacidades ciudadanas para fiscalizar a sus gobernantes y obligarlos rendir cuentas de su desempeño.  Pequeños grupos de empresarios con visión que entiendan que su agenda tiene que ser más amplia que solamente su negocio particular.  Pequeños grupos de padres y madres que se den cuenta que la educación de sus hijos es el legado más importante por el que puedan trabajar y que exijan se les provea una educación de calidad.   Pequeños grupos de trabajadores que recuerden el orgullo y dedicación que empeñaban nuestros abuelos y abuelas en sus labores.

¿Será todo esto posible?  Sinceramente no se.  He perdido parte de mi optimismo. Pero sigo peleando la buena batalla y conservo la fe; la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 28 de enero de 2010.