Weekly Review – 13 agosto 2020

Publicado el 13 de agosto de 2020 / Read in English

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Weekly Review
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Estimados lectores:

El verano suele ser la temporada para divertirse en la playa, viajar o simplemente pasarla bien entre amigos. Este año, sin embargo, el tiempo está fuera de quicio, como escribió el gran Bardo en Hamlet (1.5.188). El virus SARS-CoV-2 sigue propagándose; la economía se encuentra en una depresión más profunda de lo que se pensaba inicialmente; y encontrar el equilibrio adecuado para cuidar de nuestra salud, la educación de nuestros hijos y nuestras responsabilidades en el trabajo de repente parece una tarea imposible. Además de esto, como escribe Peggy Noonan en el Wall Street Journal, “hay una clara sensación de preocupación, de no saber y de pensar que hay un largo camino hasta que terminemos con esto”.

Para los que vivimos en Puerto Rico, todo esto se agrava por la quiebra del estado; la recuperación estancada de los huracanes de 2017; y los daños causados por los terremotos de principios de este año. Los tiempos exigen que equilibremos los riesgos, hagamos concesiones difíciles, seamos valientes y hagamos lo correcto. Pero la humanidad no puede soportar mucho de esto, el tiempo está fuera de quicio.

Estamos en el crepúsculo, cuando algo, parafraseando a Barbara Tuchman, está palpablemente llegando a su fin, y todos lo saben, pero nadie quiere hablar de ello. Pronto estaremos hablando del mundo de ayer. El futuro, sin embargo, aún es incipiente. En palabras de la historiadora Anne Applebaum, “tal vez el miedo a la enfermedad cree miedo a la libertad’… “o tal vez el coronavirus inspire un nuevo sentido de solidaridad global.…Desesperantemente, tenemos que aceptar que ambos futuros son posibles”.

En efecto, fuera de quicio.

Sergio M. Marxuach, editor

Análisis de CNE

Órdenes ejecutivas del presidente Trump

Por Rosanna Torres, Directora – Oficina de Washington, D.C.

Después de nueve reuniones fallidas entre funcionarios de la Casa Blanca y líderes del Congreso, el presidente Trump emitió cuatro órdenes ejecutivas que buscan interponerse  ante el estancamiento legislativo. Las acciones del presidente tienen precedentes. Presidentes anteriores también han emitido órdenes ejecutivas y memorandos presidenciales como instrumentos de política pública para comunicar su agenda y alcanzar sus metas.

El sábado 8 de agosto, el presidente emitió una orden ejecutiva y tres memorandos presidenciales para: 1) minimizar la cantidad de ejecuciones hipotecarias y desahucios; 2) aprobar un nuevo programa de asistencia para salarios no devengados; 3) diferir las retenciones y pagos sobre contribuciones de nómina, y; 4) extender temporeramente la suspensión de pagos de préstamos estudiantiles.

Es importante tener en cuenta que el ejecutivo no tiene la autoridad para aprobar fondos nuevos y la Constitución de los Estados Unidos no delinea explícitamente la autoridad del presidente para hacer cumplir las órdenes ejecutivas. A la luz de esto, algunos estados y legisladores ya han desafiado estas órdenes argumentando que es una usurpación del poder del Congreso y que las acciones sobre recortes de impuestos sobre la nómina inevitablemente socavarán los fondos de los programas del Seguro Social y Medicare.

De todas maneras, las acciones ejecutivas no tienen el alcance y la escala de los programas federales necesarios para enfrentar las crisis de vivienda, salud, educación y económica ocasionadas por la pandemia. Una de las políticas públicas más esperadas fue la decisión sobre la extensión de los pagos semanales de $600 de ayuda por desempleo. El presidente describe su intención de reducir los pagos semanales a $400, con la condición de que los estados (incluidos los territorios de EE.UU. y Washington D.C.) asuman la responsabilidad de una cuarta parte de esos fondos. Esto precisamente en un momento en que los gobernadores han solicitado más, no menos, recursos financieros federales. Peor aún, las acciones ejecutivas agotan el “Disaster Relief Fund” de FEMA en un momento en que Estados Unidos y sus territorios han sido golpeados por múltiples desastres naturales: huracanes, sequías, incendios forestales y terremotos.

Observamos que todo esto depende de las negociaciones estancadas entre la Casa Blanca y los principales líderes del Congreso sobre un futuro paquete de ayuda para la crisis económica provocada por el COVID-19. Tradicionalmente, los legisladores pasan el mes de agosto en sus casas y distritos aprovechando todo el mes para presumir de sus victorias en el Congreso. Este año, que ha sido inusual desde el comienzo, la Cámara y el Senado recibirán un aviso de 24 horas si es necesario que regresen a Washington para una votación.

Peña Martínez v. Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU.

Por Sergio M. Marxuach, Director de Política Pública

El 3 de agosto de 2020, el juez William G. Young, del Distrito de Massachusetts, asignado temporalmente al Tribunal de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito de Puerto Rico, emitió una opinión en el caso de Peña Martínez contra el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU.

En dicho caso, nueve demandantes, todos residentes de Puerto Rico, impugnaron por motivos constitucionales su exclusión del programa de Seguro de Ingreso Suplementario (SSI, por sus siglas en inglés); el Programa Federal de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés); y el programa de Subsidio por Bajos Ingresos de la Parte D de Medicare (LIS, por sus siglas en inglés). Específicamente, los Demandantes argumentaron que su exclusión de esos programas de asistencia social únicamente por su condición de ser residentes de Puerto Rico violaba el componente de igual protección de las leyes de la Cláusula de Debido Proceso de la Quinta Enmienda.

El juez Young, siguiendo el mismo análisis constitucional de “base racional” establecido más recientemente en Estados Unidos v. Vaello-Madero (2020), desestimó los argumentos del gobierno federal y estuvo de acuerdo con los Demandantes.

El impacto económico de esta decisión, si llega a ser vinculante, final y entra en efecto en todo su alcance, es significativo:

  • LIS – Según la opinión del juez Young, hay aproximadamente 500,000 personas que podrían beneficiarse de este programa en Puerto Rico. La SSA estima que el beneficio anual promedio de LIS es de $5,000 en EE.UU. Eso significa que los residentes de Puerto Rico podrían recibir hasta $2,500 millones en beneficios anuales bajo este programa. Advertencia: los beneficios totales podrían ser más bajos dado que las primas, los deducibles y los copagos del seguro de medicamentos probablemente sean más bajos en Puerto Rico que en los 50 estados.
  • SSICNE ya ha estimado que si este programa se aplicara en su totalidad a Puerto Rico, los beneficios anuales serían de aproximadamente $1,800 millones.
  • SNAP – Los defensores de la paridad de SNAP estiman que Puerto Rico recibiría $1,000 millones adicionales en beneficios si se le otorga el mismo trato que a los estados bajo SNAP. Advertencia: los beneficios totales probablemente serían menores si se requiere que los adultos saludables sin dependientes entre las edades de 18 y 49 años cumplan con ciertos requisitos laborales.

En resumen, estimamos que ciertos residentes de Puerto Rico podrían recibir hasta $5,300 millones en nuevos beneficios, o aproximadamente el 7.5% del PNB de Puerto Rico, anualmente de manera recurrente.

La mayoría de los estadounidenses no quieren que sus hijos regresen a la escuela

En una encuesta reciente para The Economist “de YouGov, una encuestadora, solo un tercio de los padres con niños en edad escolar dicen que quieren que sus hijos regresen a sus salones de clase en otoño. Casi la mitad quiere que se queden en casa. Una sexta parte no está segura. Quizás, como era de esperar, las opiniones están teñidas por la política: el 57% de los republicanos quieren que sus hijos regresen a la escuela, contra solo el 21% de los demócratas (ver gráfica). La educación de los padres también influye en sus puntos de vista: el 61% de los que tienen títulos avanzados quieren a sus hijos en clase, en comparación con solo el 24% de los que no tienen ningún título universitario”.

En nuestro radar...

El verano de nuestro descontento – “Las personas que no se han preocupado en años están preocupadas, y no se trata de cosas normales, se trata de cosas grandes y esenciales. Es todo otro nivel de ansiedad”, nos dice Peggy Noonan, escritora de discursos para el presidente Reagan, en el Wall Street Journal.

La depresión pandémica – Según Carmen y Vincent Reinhart, en Foreign Affairs, “la naturaleza compartida de esta crisis — el nuevo coronavirus no respeta las fronteras nacionales — ha puesto a una proporción mayor de la comunidad global en recesión que en cualquier otro momento desde la Gran Depresión. Como resultado, la recuperación no será tan sólida o rápida como el descenso”.

Juegos electorales – Una nueva evaluación del Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad (NCSC, por sus siglas en inglés) encontró que China, Rusia e Irán pueden estar tratando de influir en el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre. Según el NCSC, “China prefiere que el presidente Trump, a quien Beijing ve como impredecible, no gane la reelección; Rusia está utilizando una serie de medidas para denigrar principalmente al ex vicepresidente Biden y lo que ve como un “establishment” anti-Rusia; e Irán busca socavar las instituciones democráticas de Estados Unidos, al presidente Trump, y dividir al país antes de las elecciones de 2020 “. Lea la historia completa del New York Times aquí.