Weekly Review – 24 septiembre 2020

Publicado el 24 de septiembre de 2020 / Read in English

Ver todas las ediciones del
Weekly Review
COMPARTA

Estimados lectores:

Este fin de semana pasado tuve la oportunidad de leer los discursos de Albert Camus al aceptar el Premio Nobel de Literatura en 1957 y encontré el siguiente pasaje en el que describe a su generación como aquellos “quienes nacieron al inicio de la Primera Guerra Mundial, que tenían veinte años cuando Hitler llegó al poder y comenzaban los primeros juicios revolucionarios, quienes luego se enfrentaron como culminación de su educación con la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, el mundo de los campos de concentración, una Europa de tortura y cárceles, [que] hoy deben criar a sus hijos y trabajar en un mundo amenazado por la destrucción nuclear”.

Tengan en cuenta que ni siquiera mencionó la pandemia de gripe de 1918, que mató a aproximadamente 50 millones de personas. Lo que busco al hacer este recuento no es decir que hemos sobrevivido a múltiples catástrofes en el pasado (aunque lo hemos hecho), sino más bien asumir el desafío de Camus de forjar “un arte de vivir en tiempos de catástrofe, que requiere nacer por segunda vez y luchar abiertamente contra el instinto de muerte que forma parte de nuestra historia”.

La pregunta hoy es cómo enfrentar tantas crisis (quiebras, huracanes, terremotos, COVID-19, luchas raciales, depresión económica) sin recurrir a un optimismo superficial, infantil y trillado, evitando al mismo tiempo la seducción del cinismo barato y nihilismo destructivo.

Cuatro días después, Camus contestó su propia pregunta en otro discurso en la Universidad de Uppsala, cuando nos llama a sopesar “la realidad y la rebelión que la humanidad coloca en oposición a esa realidad, cada una provocando un resurgimiento mutuo e interminable entre sí, un resurgimiento que es la definición misma de una vida alegre pero desgarradora”.

Depende de nosotros buscar, entonces, un equilibrio entre la realidad y la rebelión “esa es la definición misma de una vida alegre pero desgarradora”. Como filosofía de vida, supongo, podríamos tener una peor.

Sergio M. Marxuach, editor

Análisis de CNE

Parte II – ¿Podremos reconstruir la capacidad del estado en Puerto Rico?

Por Deepak Lamba Nieves, Ph.D. – director de Investigación, y Sergio M. Marxuach, director de Política Pública

Érase una vez cuando Puerto Rico tenía un alto grado de capacidad estatal, definida como “el conjunto de habilidades, capacidades y recursos necesarios para llevar a cabo funciones gubernamentales, desde la prestación de servicios públicos hasta el diseño e implementación de políticas públicas” (Wu et al, 2018) Sin embargo, con el tiempo, esas habilidades, capacidades y recursos se erosionaron por varias razones: el desmantelamiento de la administración pública profesional; la subcontratación y privatización de funciones clave; y años de reducciones de recursos financieros debido a políticas de austeridad. Sin embargo, incluso cuando Puerto Rico enfrenta múltiples crisis hoy, su gobierno está llamado a ejecutar a un alto nivel. Esta brecha entre la baja capacidad y las altas expectativas es quizás el problema político más importante que enfrentamos en este momento, pero nadie parece hablar de ello.

________________________________________________________________________________________________

Entre principios de la década de 1990 y la Gran Recesión de 2008, el campo de la administración pública estuvo dominado por teóricos que defendían la adopción de estrategias del sector privado para “maximizar el valor” en el sector público (Mazzucato and Kattel, 2020). Entre estas estrategias se encuentran el establecimiento de objetivos de eficiencia, la subcontratación de “funciones no esenciales”, la privatización de algunos servicios gubernamentales, el establecimiento de la competencia entre proveedores de servicios públicos y privados, la desregulación, la provisión de incentivos financieros a los trabajadores públicos (“skin in the game“) y la fragmentación deliberada de las agencias públicas. Los objetivos generales eran que el gobierno fuera más pequeño, más eficiente y, con suerte, más receptivo a las necesidades de la gente.

En muchos casos, sin embargo, la adopción de estas políticas resultó en una erosión de la capacidad del sector público para desempeñar sus funciones básicas y en la transferencia de rentas significativas del sector público al privado. La disminución general de la capacidad estatal en los países que adoptaron estas políticas llegó a un punto crítico con la crisis financiera mundial de 2008, cuando quedó palpablemente claro que la economía mundial colapsaría en ausencia de una intervención estatal a gran escala y la coordinación de políticas económicas internacionales.

La Gran Recesión de 2008 provocó un replanteamiento del papel adecuado del estado en las economías avanzadas y emergentes. Ese debate, a su vez, ha vuelto a pasar a primer plano cuando el mundo se enfrenta a su peor pandemia en un siglo. En palabras de Mazzucato y Kattel:

Abordar los grandes desafíos requiere revitalizar la inversión, la innovación y la colaboración públicas y privadas. No se trata de más o menos estado, sino de un tipo diferente de estado: uno que sea capaz de actuar como el primer inversionista, catalizar nuevos tipos de crecimiento y, al hacerlo, atraer inversiones e innovaciones del sector privado-que son en esencia funciones sobre expectativas de áreas de crecimiento futuro.

Sin embargo, se ha informado ampliamente que la negativa de la administración Trump de emplear la Ley de Producción de Defensa y otros mecanismos de política pública para “atraer” la inversión privada y coordinar las respuestas públicas y privadas a la pandemia en los Estados Unidos, puede haber dado lugar a la pérdida de miles de vidas. En cambio, un pequeño grupo de asesores alrededor de Jared Kushner, en su mayoría consultores de administración de empresas y banqueros, abogaba ciegamente por que el mercado “se ocupara” de la escasez de ventiladores y la falta de equipo de protección personal.

Bueno, al final, la magia del mercado falló, y los gobiernos estatales y locales se vieron obligados a encargarse de la pandemia mayormente por su cuenta.

Mientras tanto, durante los pasados meses, hemos sido testigos de situaciones increíbles que nos hacen preguntarnos si el gobierno central de Puerto Rico tiene alguna capacidad para ejecutar iniciativas necesarias y cumplir con metas básicas para el beneficio de la sociedad. El desbarajuste con el desembolso de los fondos de Asistencia de Desempleo Pandémico (PUA, por sus siglas en inglés), el descalabro de la votación primarista y el hecho de que, a tres años del huracán, solo un puñado de residencias se han reedificado bajo los programas locales de reconstrucción posdesastre, son solo algunas señales recientes de eso que llamamos “falta de capacidad gubernamental”.

Vale la pena resaltar que aumentar la capacidad del estado no es tarea fácil, pues no se trata únicamente de sacar una lista de programas nuevos y recitar lo que funcionó en otros lugares. Lograr mejorías en la capacidad del estado requiere, entre otras cosas, transformar las relaciones de poder entre el estado, sus agentes y la sociedad, y cambiar patrones y prácticas que llevan años enquistados en la gestión gubernamental.

Lamentablemente, se nos hace más fácil ver y nombrar ejemplos de incapacidad gubernamental que experiencias locales que nos sirvan como posibles modelos a seguir. Pero existen ejemplos interesantes y en lugares adonde no solemos mirar. Me vienen a la mente algunos de la región montañosa de la isla: la creación de un consorcio entre cinco municipios que busca reactivar una planta hidroeléctrica y utilizar paneles solares para generar electricidad, y el programa municipal de rastreo de casos para controlar la propagación del COVID-19. Aunque ninguno de estos ejemplos representa soluciones abarcadoras para nuestras grandes carencias en los sectores energéticos y de la salud, una mirada más a fondo seguramente nos revelará algunas pistas útiles para atender y mejorar la capacidad estatal.

Economía debilitada, muchas deudas: ¿Nos enfrentaremos a una nueva crisis de deuda?

Fuente: The Wall Street Journal

El Wall Street Journal informa que “antes de que el nuevo coronavirus paralizara el mercado laboral y los ingresos de los hogares, los estadounidenses habían acumulado $4.2 billones (“trillions”) en deudas de consumo, un récord incluso cuando se ajusta por la inflación. Eso excluye otros $10 billones (“trillions”) en deudas de vivienda. Los beneficios de desempleo ampliados no cubrieron todo el salario perdido de los trabajadores con mayores ingresos, especialmente en o cerca de ciudades caras. Muchos prestamistas que permiten a los prestatarios omitir los pagos mensuales ahora esperan que se les pague nuevamente. Según algunas medidas, las perspectivas para los trabajadores con mayores ingresos parecen ser peores que durante la crisis financiera de 2008″.

En nuestro radar...

El estado administrativo bajo asalto –Los profesores Cass Sunstein y Adrian Vermeule argumentan en el New York Times que “Más que en ningún otro momento desde la década de 1930, el estado administrativo está bajo asalto constitucional … [y] algunos jueces, abogados y académicos legales están cuestionando la estructura misma del gobierno moderno”. Lea su análisis y lo que proponen hacer al respecto.

¿Por qué el COVID ha arrasado con los hospitales?Según el Wall Street Journal, la incansable búsqueda de la eficiencia financiera puede haber sido la culpable, ya que “los sistemas de salud mantuvieron un estricto control sobre el número de empleados y expandieron la atención ambulatoria, lo que ayudó a sus finanzas pero los hizo estar menos preparados para una crisis médica. La pandemia de coronavirus provocó una lucha por las enfermeras de la misma manera que lo hizo por las mascarillas y los ventiladores. Muchas no se pudieron encontrar”.

No pierdan de vista a China – El Departamento de Defensa de los Estados Unidos publicó recientemente su evaluación estratégica más reciente sobre la República Popular China (RPC). “Estos informes han evaluado los contornos de la estrategia nacional de China, su enfoque en asuntos militares y de seguridad, y los posibles cambios a las fuerzas armadas de la República Popular China durante los próximos 20 años, entre otros asuntos. El 2020 es un año importante para el Ejército Popular de Liberación (EPL), ya que trabaja para lograr importantes hitos de modernización antes del objetivo más amplio del Partido Comunista Chino (PCCh) de transformar China en una “sociedad moderadamente próspera” para el centenario del PCCh en 2021. Ya que Estados Unidos continúa respondiendo a los crecientes desafíos estratégicos planteados por la República Popular China, 2020 ofrece una oportunidad única para evaluar tanto la continuidad como los cambios que han tenido lugar en la estrategia y las fuerzas armadas de la República Popular China durante las últimas dos décadas”.