Weekly Review – 12 noviembre 2020

Publicado el 12 de noviembre de 2020 / Read in English

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EDICIÓN ESPECIAL
La perspectiva de CNE sobre los resultados
de las elecciones en EE.UU. y Puerto Rico
desde San Juan / D.C. / Madrid

 

Estimados lectores:

Los resultados de las elecciones de la semana pasada generaron algunas sorpresas, tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico.

En Estados Unidos, Trump logró obtener 70 millones de votos para presidente, el Partido Republicano mantuvo el control del Senado y redujo el liderazgo de los demócratas en la Cámara. Sin embargo, aún con toda su fortaleza, esta es la séptima de las últimas ocho elecciones en las que los republicanos no logran ganar el voto popular para la presidencia.

Los demócratas, por su parte, lograron una cerrada victoria para Joseph Biden y Kamala Harris, la primera afroamericana y la primera mujer en ser elegida vicepresidenta. Los resultados reñidos y la imposibilidad de obtener una mayoría en el Senado probablemente conducirán a importantes luchas internas entre el ala liberal/centrista del partido y sus grupos de izquierda más progresistas. Pero esto no es nuevo, estas dos facciones han estado luchando por el control del partido desde las elecciones de 1968.

En nuestra opinión, los resultados en EE.UU. apuntan a un electorado en proceso de cambio. Los republicanos confían en un grupo demográfico cada vez más pequeño para obtener victorias en el Colegio Electoral; mientras que los demócratas han logrado obtener mayorías a nivel nacional, pero han demostrado ser incapaces de formar una coalición estable y geográficamente dispersa para ganar el Colegio Electoral de manera consistente. En este momento, las tendencias demográficas parecen favorecer a los demócratas, ya que los votantes de la Generación Z y Millennial, que tienden a ser más liberales tanto en cuestiones sociales como económicas, comienzan a dejarse sentir; mientras que los blancos de zonas rurales, sin educación universitaria, son el único grupo demográfico cuya esperanza de vida ha disminuido durante los últimos cinco años. Sin embargo, las tendencias demográficas toman tiempo en desarrollarse, por lo que pueden ser necesarios dos ciclos electorales presidenciales más antes de que podamos saber cómo estas tendencias se estabilizarán a largo plazo.

En Puerto Rico, aunque falta por contabilizar miles de votos, cada uno de los partidos políticos tradicionalmente dominantes obtuvo alrededor de un tercio de los votos para gobernador; mientras que el otro tercio se dividió entre el Partido Independentista Puertorriqueño y dos nuevos partidos políticos, el Movimiento Victoria Ciudadana y Proyecto Dignidad. Los partidos emergentes también lograron ganar varios escaños tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado de Puerto Rico y, al momento de escribir este artículo, no está claro si un solo partido obtendrá una mayoría en cualquiera de las cámaras. Esto significa que el gobernador electo y certificado se verá obligado a negociar con su oposición política para obtener apoyo para su agenda, tal vez proyecto de ley por proyecto de ley.

Dado todo lo que está sucediendo, dedicamos toda esta edición a presentar nuestro análisis inicial de los resultados de las elecciones. Primero, presentamos nuevamente la idea de negociar un pacto social para Puerto Rico, a la luz del actual entorno político fluido y la crítica situación económica. Luego, Rosanna Torres, directora de nuestra oficina en Washington, ofrece un primer vistazo a la nueva dinámica política en D.C. Cerramos con un artículo de Jennifer Wolff, del negociado de CNE en Madrid, quien escribe sobre algunas de las implicaciones internacionales de las elecciones estadounidenses.

Sergio M. Marxuach, editor

Análisis de CNE

Un pacto social para Puerto Rico

Por Sergio M. Marxuach, director de Política Pública

La reciente elección en Puerto Rico fue sorprendente en varios aspectos, ya que nuevos movimientos y partidos políticos obtuvieron un apoyo significativo y lograron ganar varios escaños en la Cámara y el Senado de la isla, rompiendo con cincuenta años de gobierno bipartidista. Además, el Partido Independentista Puertorriqueño (“PIP”) reportó sus mejores resultados electorales desde 1956.

El nacimiento de nuevos partidos y movimientos políticos, el fortalecimiento del PIP, el debilitamiento del bipartidismo tradicional y la reducción en participación electoral son señales de un profundo descontento con el orden establecido. En las elecciones de 2000, 2,012,135 personas votaron por tres candidatos para gobernador, mientras que hace diez días se estima que votaron 1,235,521 personas, una reducción de 776,614 votantes, o el 38.6%, aunque la oferta electoral se duplicó a seis candidatos para gobernador. Esta reducción se debe, en parte, a la frustración con el proceso político tradicional y en parte al aumento de la emigración que hemos experimentado más o menos durante la última década, los miles que, como dicen en Estados Unidos, ya han “votado con sus pies”.

Se espera que Pedro Pierluisi del Partido Nuevo Progresista (“PNP”) sea el próximo gobernador, ya que obtuvo una pluralidad de aproximadamente el 33% de los votos, y Jenniffer González continuará como Comisionada Residente en Washington, D.C. Sin embargo, el Partido Popular Democrático se espera que controle la asamblea legislativa con una pequeña mayoría en ambas cámaras. La conclusión inevitable es que la isla está profundamente dividida. Somos el país del treinta y tantos por ciento. Ningún partido o movimiento político cuenta con el apoyo de una clara mayoría de la población. En estas condiciones de estancamiento político, a menos que surja un liderazgo político excepcional, ningún partido o facción política podrá imponer soluciones unilaterales a nuestros problemas.

Al mismo tiempo, la agenda del gobierno está llena de temas complicados, como la reestructuración de la deuda, la reconstrucción post-María y el manejo de la pandemia de COVID-19; que se superponen a la larga y conocida lista de una población en declive; crecimiento económico anémico; altos niveles de desempleo, pobreza y desigualdad social; un sistema de pensiones en quiebra; altas tasas de criminalidad; un sistema de salud pública pobre y un sistema de educación pública deficiente.

Pero hay esperanza

A primera vista, esta combinación de un liderazgo débil y dividido y asuntos de política púbica muy complejos podría parecer un escenario realmente deprimente. Sin embargo, estudios publicados recientemente sobre los procesos de concertación social que tuvieron lugar en Europa durante la década de los noventa nos dan cierta esperanza.

La concertación social es un proceso entre el gobierno y representantes de varios grupos sociales, generalmente sindicatos y organizaciones empresariales. El objetivo de este proceso de negociación es llegar a un acuerdo formal, conocido como pacto social, en materias de política pública como leyes laborales, reforma de los planes de retiro, niveles de inversión pública y privada, impuestos y otras políticas de bienestar social con miras a minimizar la desigualdad y la exclusión social. Esta definición excluye los acuerdos puramente ceremoniales o simbólicos. No estamos hablando de lograr un “consenso” en torno al mínimo común denominador, ni de hacer declaraciones tipo miss universe en favor de los niños, la paz mundial o el Papa.

Uno de los hallazgos más interesantes que surge de un análisis comparativo de estos procesos en varios países europeos es que la probabilidad de que ocurra un proceso de concertación social es mayor en países donde (1) la carga de los problemas económicos es alta y (2) el gobierno actual es débil en términos electorales.

La explicación de esta combinación es simple. Todos los gobiernos que enfrentan problemas económicos difíciles, como déficits crónicos, endeudamiento público insostenible, alta inflación o desempleo superior al 10%, se ven obligados a implementar reformas significativas al final del día. Sin embargo, los gobiernos con mayorías electorales fuertes tienden a favorecer la implementación de soluciones unilaterales ya que perciben que no necesitan aliados para tener éxito, mientras que los gobiernos electoralmente débiles o inestables, por definición, no pueden imponer soluciones unilaterales y se ven obligados a buscar el apoyo de otros actores sociales fuera de su base política natural.

La situación de Puerto Rico

En Puerto Rico es obvio que enfrentamos una gran carga de problemas económicos y que el gobierno entrante es débil en términos electorales. Sin embargo, la existencia de estas dos condiciones, por sí solas, no es suficiente para impulsar un proceso de concertación social. También es necesario tomar acciones afirmativas de buena fe para iniciar el proceso, y es aquí donde podemos enfrentar algunos obstáculos.

No tenemos experiencia con este tipo de procesos y las posibilidades de éxito, es decir, de lograr un pacto social, son bajas, ya que todos los participantes tienen que estar dispuestos a hacer sacrificios a corto plazo para obtener beneficios en el mediano y largo plazo. Por otro lado, está claro que lo que hemos hecho hasta ahora para salir de la crisis no ha funcionado. Es imperativo tratar algo nuevo. Un pacto social también presentaría a la Junta de Supervisión y Administración Fiscal un conjunto de políticas que definirían los límites de las reformas que son políticamente factibles en un futuro cercano.

La combinación de inseguridad económica, desigualdad social y gobierno débil que impera actualmente en Puerto Rico sería explosiva en cualquier otro país. Los hechos ocurridos durante la primavera árabe hace unos años son un buen ejemplo de lo que ha sucedido en otras sociedades. En Puerto Rico, todavía tenemos tiempo para evitar ese escenario. Es hora de que nuestros líderes gubernamentales, empresariales y laborales cumplan con su responsabilidad política, moral e intelectual con el país. Ha llegado el momento de la concertación social.

(In)decisión 2020

Por Rosanna Torres, directora – Oficina de Washington, D.C.

La semana pasada, la anticipación para discernir el resultado final de las elecciones estadounidenses de 2020 desató todo un torbellino de emociones. Mantuvo a todos por igual – desde los mas aficionados de la política hasta personas generalmente ajenos a la dinámica política – pegados a sus televisores, monitoreando cada grupo de votos que llegaba mientras cambiaba lentamente la ventaja de los candidatos presidenciales. No fue hasta la madrugada del viernes, después de la diatriba del presidente Trump en contra del proceso de votación, que el ex vicepresidente Joe Biden avanzó un poco hacia la victoria presidencial. El sábado por la mañana, luego de que Prensa Asociada adjudicara los 20 votos electorales de Pensilvania a favor de Biden, las calles de un D.C. inusualmente cálido se abarrotaron para celebrar la victoria de Biden y Kamala Harris. Durante el transcurso de las próximas semanas veremos una serie de litigios al proceso electoral y el recuento de votos en algunos estados claves. Es lo que típicamente sobreviene en derrotas por márgenes estrechos, más aún en una carrera para la presidencia tan significativa como esta.

Si bien ahora sabemos quién finalmente ocupará la Casa Blanca en enero, el panorama completo de cómo se desarrollarán los próximos cuatro años está lejos de conocerse. Cabe destacar que la composición del 117º Congreso aún está por determinarse. Los demócratas perdieron varios escaños frente a los republicanos pero aún así lograron mantener el control mayoritario de la Cámara de Representantes. Sin embargo, al no haber logrado una “ola azul” pondrá en tela de juicio la capacidad de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, para unir al partido y retener el mando. Con 49 nuevos miembros entrantes a la Cámara de Representantes, ya comenzó su campaña por el mallete.

En lo que respecta a los comités del Congreso, la presidenta de la Comisión de Asignaciones Presupuestarias, Nita Lowey, se jubila a finales de este año, dejando abierta una vacante en uno de los comités más poderosos de la Cámara. Tres mujeres compiten por la sucesión: la presidenta del Subcomité de Asignaciones para el Desarrollo de Energía y Agua, Marcy Kaptur, de Ohio; Rosa DeLauro, de Connecticut, presidenta del Subcomité de Asignaciones de Trabajo, Salud y Servicios Humanos y Educación; y la presidenta del Subcomité de Asignaciones de Construcción Militar y Asuntos de Veteranos Debbie Wasserman Schultz de Florida.

El Comité de Relaciones Internacionales, cuyo presidente Eliot Engel de Nueva York perdió una primaria ante el progresista Jamaal Bowman, también buscará un nuevo presidente en enero. Aquellos que buscan ocupar sus zapatos incluyen a Brad Sherman de California, Gregory Meeks de Nueva York y Joaquín Castro de Texas. Otro puesto en juego es la presidencia del Comité de Agricultura después de que el representante Collin Peterson de Minnesota fuera derrotado por la republicana Michelle Fischbach. Los posibles candidatos incluyen a David Scott de Georgia, Jim Costa de California y Marcia Fudge de Ohio. Aún así, las asignaciones de los comités pueden cambiar dramáticamente, especialmente si el nuevo presidente electo selecciona a alguno de estos miembros para que sirva como embajador o formar parte de su gabinete.

La reconfiguración del Senado también es incierta. Sabemos que hay seis senadores nuevos y dos elecciones de segunda vuelta en enero. Hasta que no se sepa que partido controla el Senado, no queda claro cómo cambiará el equilibrio de poder. Si los republicanos retienen el control, veremos cómo pretenden ejercer su poder cuando comiencen (nuevamente) las discusiones sobre un segundo paquete de ayuda para abordar las consecuencias económicas de la pandemia. Lo mismo es cierto en cuanto al proceso de confirmación del Senado para los nominados al gabinete de la Administración Biden-Harris.

Si bien la participación de votantes para las elecciones de 2020 alcanzó un máximo histórico (y es una razón justa para celebrar el poder del voto), es difícil extraer verdades absolutas de los mapas electorales de 2020; en cambio, arroja luz sobre la marcada división en Estados Unidos cuando se trata de puntos de vista económicos, sociales y culturales. En el caso probable de que Mitch McConnell mantenga el control del Senado, ese sentir se manifestará en la forma de un gobierno dividido. El trabajo para superar las diferencias de los Estados “Unidos” de América acaba de comenzar.

Hasta entonces, el Congreso, durante un período de estancamiento legislativo, tiene que encontrar la energía para trabajar en conjunto y aprobar una resolución concurrente para financiar las operaciones del gobierno después del 11 de diciembre, cuando expira la autorización para el presupuesto actual.

Puerto Rico, EE.UU. y el deshielo internacional: ¿Qué podemos esperar tras cuatro años de Trump?

Por Jennifer Wolff, Ph.D., directora – Buró de Madrid

Puerto Rico reclama la atención de EE.UU. en un momento en que el Caribe y América Latina han quedado fuera de la lista de prioridades estratégicas de EE.UU. A la misma vez, los latinos en EE.UU. se han convertido en un sector importante del electorado estadounidense.  Para Puerto Rico, esto quiere decir que la isla tendrá mayor oportunidad de promover su agenda en Washington D.C. como parte de un programa de reformas domésticas que pueda impulsar el Partido Demócrata en la capital federal.  Esta es una de las conclusiones del proceso electoral de EE.UU. que deriva Carlota García Encina, investigadora principal de Relaciones Trasatlánticas del Real Instituto Elcano, un think tank de asuntos internacionales y estratégicos en Madrid.

CNE dialogó con García Encina en Madrid sobre lo que puede esperarse de una administración Biden en la esfera internacional y estas son las claves que nos brindó:

  • La elección de Biden traerá una vuelta a la cooperación internacional por parte de EE.UU. en asuntos tales como el manejo de la pandemia del COVID, el cambio climático y el comercio internacional, algo que se ve con alivio por parte de la comunidad internacional luego de las rupturas de la administración Trump con la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo de París y la Organización Mundial de Comercio. El liderato estadounidense será importante en generar respuestas globales a estos problemas globales. Sin embargo, las tensiones generadas por la presidencia de Trump obligarán a la administración Biden a invertir energías en recuperar la credibilidad y confianza de la comunidad internacional en EE.UU.
  • El mundo al que se reincorporará EE.UU. será diferente y requerirá nuevos mecanismos de cooperación y acción: hay nuevos jugadores internacionales y retos cada vez más complejos tales como los movimientos populistas, las irrupciones tecnológicas y los movimientos migratorios.
  • La competencia geoestratégica entre China y EE.UU. dominará la agenda internacional en muchos ámbitos. La administración Biden buscará restablecer los lazos con socios tradicionales como Europa y llevará a cabo su agenda internacional a través de entidades multilaterales. Por ejemplo, EE.UU. probablemente descanse en la Organización del Tratado del Atlántico Norte para hacer frente a Rusia en las fronteras de Europa del Este y en la Organización Mundial del Comercio para lograr que China siga las normas y acuerdos internacionales sobre comercio.
  • Esto quiere decir que no debemos esperar ver un EE.UU. militarista como antaño, particularmente porque el público estadounidense no está dispuesto a asumir los costos.
  • La actuación de EE.UU. en materia de comercio internacional también estará condicionada por la agenda económica doméstica y las plataformas de “Buy American” y “Build Back Better” bajo las que Biden hizo campaña.
  • América Latina y el Caribe han dejado de ser prioridades en la agenda política exterior de EE.UU. EE.UU. carece de un plan integral para ambas regiones y durante estos pasados años China y Europa han adquirido peso como socios en ambas zonas. Puede que América Latina y el Caribe levanten algún tipo de interés por parte de EE.UU. en tanto este quiera neutralizar la influencia de China en ambas regiones, las que han estado dentro de su ámbito histórico de influencia.
  • El éxito de Puerto Rico en impulsar su agenda en Washington dependerá en gran medida del balance de poder en el Senado de EE.UU. La isla puede beneficiarse de una plataforma de reformas al sistema político que adopte el Partido Demócrata. Puerto Rico y los puertorriqueños de la diáspora han recibido atención reciente en Europa como parte de la cobertura mediática que se le ha dado a la importancia del voto latino en las elecciones de EE.UU.