CNE Review – abril 2022

Publicado el 19 de abril de 2022 / Read in English

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CNE Review
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En esta edición

El tema de la reforma contributiva vuelve a estar en la agenda pública. Esta sería la cuarta o quinta “reforma contributiva” (el número exacto depende de cómo se defina “reforma contributiva”) en Puerto Rico desde 2006.

Puerto Rico tiene un sistema fiscal que nadie habría diseñado conscientemente desde cero, es excesivamente oneroso de administrar y fiscalizar; es injusto, tanto en su dimensión horizontal como vertical; a menudo fomenta la asignación ineficiente de recursos; y desalienta ciertos tipos de actividad económica.

El consenso en Puerto Rico es que una reforma contributiva abarcadora es necesaria desde hace tiempo. Sin embargo, es importante entender que la política contributiva implica difíciles compensaciones (“trade offs”) entre varios objetivos, como la generación de ingresos, la eficiencia, la simplicidad y la equidad. Como resultado, no hay una sola respuesta de política pública “correcta”, cada sociedad tiene que tomar una determinación sobre el balance adecuado entre estos diferentes objetivos de política pública.

En esta edición del CNE Review, presentamos unos principios que deben guiar cualquier esfuerzo para llevar a cabo una reforma contributiva en Puerto Rico. Continúa leyendo para un resumen o haz clic aquí para el texto completo.

También en esta edición, una nota sobre el complicado panorama económico y político dada la inflación a la que nos enfrentamos, la actual guerra en Ucrania, y lo que estos asuntos importantes podrían significar para Puerto Rico.

Sergio M. Marxuach, editor

Análisis de CNE

Principios para una reforma contributiva

Por Sergio M. Marxuach, director de Política Pública

  1. La reforma contributiva debe ser abarcadora. Esto significa que todos los elementos del sistema contributivo -impuestos sobre el ingreso personal y corporativo, impuestos sobre las ventas, impuestos sobre el consumo e impuestos sobre la propiedad- deben estar sobre la mesa. El objetivo es considerar el sistema en su conjunto y evitar los efectos no deseados y las distorsiones que producen las reformas parciales, a medias o provisionales.
  1. El sistema contributivo debe proveer un financiamiento adecuado para el funcionamiento del gobierno. Este objetivo parece obvio, pero muchas veces los responsables de la política fiscal en Puerto Rico olvidan que, como nos recuerda el doctor Ramón Cao, “la justificación básica de los impuestos es pagar los servicios que presta el sector público“. En Puerto Rico, es indiscutible que el financiamiento de las operaciones del Estado ha sido deficiente durante los últimos veinte o veinticinco años.
  1. Ampliar la base impositiva. En términos sencillos, esto significa eliminar algunos de esos créditos, deducciones, exclusiones, exenciones y aplazamientos que han proliferado a lo largo de los años. La promulgación de todas esas ventajas contributivas ha dado lugar a (1) un aumento de la complejidad del código contributivo; (2) elevadas tasas contributivas marginales para compensar la erosión de la base impositiva y (3) todo tipo de distorsiones en el proceso de asignación de capital. La sustitución de la plétora de exenciones fiscales existentes por un crédito universal reembolsable (para individuos) del 15% contribuiría en gran medida a eliminar estas distorsiones.
  1. Reducir las tasas contributivas marginales. Esto puede sonar contradictorio al principio, pero investigaciones recientes, especialmente en el campo de la conducta económica (“behavioral economics”), demuestran que las tasas contributivas marginales altas conducen a que la gente cambie sus actividades económicas y gaste considerables recursos tanto para evitar los impuestos legalmente como para evadirlos ilegalmente. La reducción de las tasas contributivas marginales reduce el incentivo para comportarse de esta manera y, si se complementa con una ampliación de la base impositiva, podría realmente llevar a una mayor recaudación de impuestos.
  1. Simplificar el sistema.  El actual código contributivo de Puerto Rico es increíblemente complicado, sumamente injusto y terriblemente ineficiente. Estos defectos dificultan la administración, el cumplimiento y los esfuerzos de fiscalización, y, en conjunto, disminuyen la cantidad total de ingresos contributivos recaudados. Un código contributivo más sencillo, si se redacta correctamente, generaría menos costos de cumplimiento y fiscalización y aumentaría la recaudación de impuestos.
  1. Hacer el sistema más justo y equitativo. La equidad contributiva puede analizarse en dos dimensiones. El impacto del sistema contributivo en (1) la equidad entre los diferentes sectores de la sociedad y (2) la equidad entre generaciones. El análisis de la equidad contributiva entre los diferentes sectores sociales, a su vez, se divide en dos partes: la equidad horizontal y la equidad vertical. El sistema contributivo de Puerto Rico falla en todas las dimensiones de la equidad. Haz clic aquí para ver nuestras recomendaciones sobre cómo hacer el sistema más justo.
  1. Considerar los impuestos verdes. Se trata de impuestos sobre las actividades que son perjudiciales para el medio ambiente. Ayudan a reducir algunos de los efectos más nocivos de la actividad económica y proporcionan un incentivo para invertir en tecnología que respete al medio ambiente al obligar a los agentes del sector privado a internalizar los costos sociales de su contaminación. Además, brindan una nueva fuente de ingresos para el gobierno. En palabras del ex vicepresidente Al Gore “deberíamos cobrar impuestos por lo quemamos, no lo que ganamos”.

Conclusión

En resumen, una reforma contributiva abarcadora implica múltiples y complicadas compensaciones entre los objetivos de generación de ingresos, eficiencia, simplicidad y equidad. El arte, y la dificultad, de una reforma contributiva reside en lograr un equilibrio razonable entre estas diversas consideraciones. En CNE estaremos pendientes de la reforma contributiva que se está diseñado en estos momentos y dispuestos a colaborar con los responsables del diseño de política pública para que tengan éxito en este difícil acto de equilibrio.

Nota del editor

La primavera ha llegado y ha traído un panorama económico y político cada vez más complicado. Como informó recientemente el Wall Street Journal, “la inflación se está acelerando, la Reserva Federal está subiendo las tasas de interés, las cifras de casos de COVID-19 están aumentando en China y la situación geopolítica es incierta”.

La inflación se está acelerando debido a varios factores: el residuo del estimulo de la demanda por las políticas fiscales y monetarias que amortiguaron el impacto del COVID-19; un mercado laboral fuerte en Estados Unidos; el aumento de los precios de las materias primas debido a la guerra en Ucrania; y las continuas interrupciones de la cadena de suministro. No hay mucho que la política monetaria pueda hacer con respecto a los precios de las materias primas o las interrupciones de la cadena de suministro, pero la Reserva Federal realmente no tiene otra opción que apretar la política monetaria, la tasa actual de inflación de los precios es políticamente insostenible.

La verdadera pregunta es si la Reserva Federal será capaz de controlar la inflación sin provocar una recesión en los próximos 18 meses. El presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, confía en que podrán hacerlo. Otros economistas no son tan optimistas. Un reciente artículo publicado por Alex Domash y Lawrence Summers estiman la probabilidad de una recesión en los próximos 8 trimestres en 100%. Aunque Domash y Summers presentan algunos datos históricos impresionantes para respaldar su análisis, las condiciones actuales, impulsadas sobre todo por las consecuencias de la pandemia del COVID-19 y la enérgica respuesta de los gobiernos a esa crisis, no tienen realmente precedentes en los tiempos modernos. Por lo tanto, lo único seguro en este momento es que las tasas de interés subirán durante el próximo año y medio, más o menos.

En el ámbito político, la invasión rusa de Ucrania ha desatado las fuerzas antiglobalización de la extrema derecha en todo el mundo. Putin considera al Occidente global como una fuerza maligna que debilita los lazos nacionales y erosiona los valores culturales y religiosos tradicionales. Este nacionalismo de sangre y suelo ha hecho incursiones en Hungría, Francia, Austria, Gran Bretaña y varios otros países. La invasión también ha abierto otra brecha entre China y Estados Unidos.

El mundo parece estar dividiéndose en bloques rivales, de forma similar a lo que ocurrió entre las dos guerras mundiales del siglo pasado. La geopolítica mundial se vio impulsada entonces por el proteccionismo, las políticas económicas de empobrecimiento de otros países, las carreras armamentísticas, el nacionalismo estridente y la represión de la migración. El colapso del Imperio Ruso, del Imperio Austro-Húngaro, de la Alemania dominada los Hohenzollern y del Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial, dio paso a la creación de decenas de países democráticos que casi inmediatamente se vieron presionados entre los extremos del comunismo de Stalin y el fascismo de Hitler. Ese ciclo histórico no terminó bien. Los fantasmas de Auschwitz e Hiroshima todavía proyectan una larga sombra sobre la humanidad.

Irónicamente, a la economía de Puerto Rico le fue bastante bien en la economía de-globalizada del mundo posterior a 1945. Estaba en una posición privilegiada para absorber el capital estadounidense en un incipiente sector manufacturero y vender los productos al continente. Es posible que se presente una oportunidad similar a medida que Estados Unidos mire hacia dentro, las compañías traten de racionalizar las cadenas de suministro y las compañías estadounidenses se desvinculan de China. Esta vez, sin embargo, no somos la única alternativa. Otros países de América Latina y el Caribe disfrutan de un acceso libre de aranceles al mercado estadounidense. Pero si jugamos bien nuestras cartas, tal vez, sólo tal vez, podamos ver un importante influjo de inversión extranjera directa en Puerto Rico. En definitiva, depende de nosotros aprovechar esta oportunidad.

En nuestro radar...

El liberalismo está en peligro – “El gancho de venta más importante del liberalismo sigue siendo el pragmático que ha existido durante siglos: su capacidad para gestionar la diversidad en sociedades pluralistas. Sin embargo, hay un límite a los tipos de diversidad que las sociedades liberales pueden manejar. Si suficientes personas rechazan los principios liberales y tratan de restringir los derechos fundamentales de los demás, o si los ciudadanos recurren a la violencia para salirse con la suya, el liberalismo por sí solo no puede mantener el orden político. Y si diversas sociedades se alejan de los principios liberales y tratan de basar sus identidades nacionales en la raza, la etnia, la religión o en alguna otra visión sustantiva diferente de la buena vida, pudiéramos regresar a los conflictos potencialmente sangrientos entre estas sociedades. Un mundo lleno de tales países será invariablemente más problemático, más tumultuoso y más violento”, escribe Francis Fukuyama en la edición más reciente de Foreign Affairs.

Elecciones en Francia – Las últimas encuestas en Francia muestran una reñida contienda entre el presidente Emmanuel Macron, y Marine Le Pen, de la Agrupación Nacional de la ultraderecha. Según informa la BBC, “hace un mes, Marine Le Pen estaba atrás del presidente Macron por 10 puntos y luchaba por un puesto en la segunda ronda contra él. Ahora es la clara favorita para disputarle la presidencia tras la primera ronda del domingo. Si llega a la segunda ronda del 24 de abril, las encuestas de opinión sugieren por primera vez que la victoria de Le Pen está dentro del margen de error”. Una victoria de Le Pen sería un tumulto geopolítico, con repercusiones económicas, políticas, diplomáticas y militares a largo plazo.

La inflación y la Reserva Federal – Recientemente, Jay Powell, el presidente de la Reserva Federal, indicó que tienen un buen historial de lograr “aterrizajes suaves”. Es decir, un buen historial de aumento de los tipos de interés para reducir la inflación sin inducir una recesión. Sin embargo, Larry Summers, ex-secretario del Tesoro de EE.UU., cuestiona esta conclusión. En el Washington Post, Summers afirma que “en los últimos 75 años, cada vez que la inflación ha superado el 4% y el desempleo ha estado por debajo del 5%, la economía estadounidense ha entrado en recesión dentro de dos años. Hoy, la inflación es superior al 6% y el desempleo es inferior al 4%”. Sólo podemos esperar que el señor Summers se equivoque esta vez.