Puerto Rico necesita cambiar su conversación sobre pobreza

A continuación una ponencia por Deepak Lamba-Nieves, Director de Investigaciones del CNE, compartida como reflexión final de la actividad “Voces de la pobreza”. La misma se titula “Puerto Rico necesita cambiar su conversación sobre pobreza”.

Aprendizaje, desarrollo y capacidades locales

Para muchos de nosotros aprender es una tarea indispensable, pero bastante difícil de lograr. En términos generales, el aprendizaje es la acumulación y aplicación de conocimiento mediante el estudio, la experiencia o la enseñanza. Es un proceso complicado, que comúnmente se trata de reproducir para lograr resultados positivos.

Ni público, ni privado: Coproducido

En un país que ha sido una colonia española y norteamericana por más de cinco centurias, y ha servido como puerto de transbordo para un sinfín de propósitos, la hibridez no debe ser una característica foránea, o difícil de entender. La mezcolanza es parte integral de nuestra identidad isleña, y se puede identificar con facilidad en las altas esferas de la oficialidad— ¿habrá algo más híbrido que el Estado Libre Asociado?— en la cotidianidad del spanglish o en los ritmos de la salsa interpretada por rockeros. No obstante, la heterogeneidad que nos atraviesa transversalmente encuentra sus límites cuando se habla de desarrollo y se pasa inventario sobre los activos nacionales para determinar lo que es público y lo que está en manos privadas.

La difícil ruta hacia el desarrollo del Caño

Según nuestro mito desarrollista, Puerto Rico salió de las tinieblas económicas a mediados del Siglo XX gracias al esfuerzo de un grupo de líderes visionarios que se dieron a la tarea de reconstruir “la casa pobre del Caribe”. En numerosas instancias, especialmente cuando la moral colectiva se percibe en decadencia, se repasan los testimonios del cambio que vivió el país y cómo los arquitectos del progreso isleño lograron reducir la pobreza extrema, atajar los arrabales y fomentar capacidades industriales.

Las claves de la crisis

La descripción más clara de cómo los residentes de Cuba viven sus días y enfrentan retos cotidianos me la ofreció un habanero amigable y conversador en el Parque Central de la Habana: “Asere, aquí lo que estamos es resolviendo”. Luego de escuchar una larga explicación sobre su trayectoria por el mercado laboral, de las numerosas maniobras que ha empleado para mantenerse a flote y de las oportunidades que ha cosechado para el futuro, entendí mejor las múltiples ramificaciones del término. “Resolviendo”, así es que se vive en una sociedad en constante mutación que experimenta retos significativos, mientras intenta trazar una ruta viable hacia un nivel de desarrollo más robusto pero equitativo.

Una tradición tributaria fatídica

Aunque sea difícil creerlo, especialmente en estos tiempos de desorden y desasosiego socioeconómico, hace un tiempo atrás Puerto Rico fue un ejemplo a seguir para varios países que buscaban una ruta hacia el desarrollo. Según las memorias de la vieja guardia, en el ápice de la Guerra Fría las transformaciones de la isla servían como antídoto contra la amenaza comunista, pues demostraban que también bajo el capitalismo salvaje se podían registrar giros positivos en el porvenir de territorios afligidos.

Boston y las causas del terror

“Boston Strong” es una frase que representa la fuerza con la que residentes y víctimas se enfrentan a las consecuencias de los horrendos bombazos y el porte de una ciudad que se resiste a ser la favorita de todos. Cinco años transitando por sus vecindarios y aprendiendo de su gente me han servido para entender que es un territorio tenaz, difícil de roer. El ataque terrorista que dejó cientos de heridos y le segó la vida a un puñado de personas ha puesto a prueba esta reputación, pero la ciudad ha sacado pecho mientras se levanta de un golpe fuerte que se quiere entender como una lesión leve, tomando en cuenta el ánimo y la bravura de los pobladores.

La ceguera del mito migratorio

Recientemente, este diario publicó unas noticias de portada que revelan datos alarmantes: el éxodo boricua durante la pasada década, principalmente hacia latitudes norteñas, le ha costado al país al menos $3,000 millones. Según el análisis citado, realizado por un amigo economista, de no haberse ido tanta gente, la carga de la deuda pública por persona sería menos pesada.